Análisis: Home is Where One Starts…

Home is Where One Stars

Home is Where One Stars

Home is Where One Starts…Crítica

El hogar es desde donde uno empieza.

Al envejecer El mundo se vuelve más extraño, la trama más complicada

De lo muerto y lo vivo. No el momento intenso

Aislado, sin antes ni después,

Sino una vida ardiendo en cada momento

Y no sólo la vida de un hombre

Sino de viejas piedras que no pueden ser descifradas.

Hay un tiempo para la noche bajo la luz de las estrellas,

Un tiempo para la noche bajo la luz de la lámpara

(La noche con el álbum de fotos).

El amor es lo más cercano a sí mismo

Cuando aquí y ahora dejan de importar.

Los ancianos deberían ser exploradores

Aquí o allí no importa

Debemos estar quietos y aún así en movimiento

Hacia otra intensidad

Para una ulterior unión, una más profunda comunión

A través del frío oscuro y la vacía desolación,

El grito de la ola, el grito del viento, las vastas aguas

Del petrel y la marsopa. En mi fin está mi comienzo.

T.S. Eliot “Cuatro Cuartetos”

El resultado de mirar la infancia a través de los ojos de un adulto no puede ser otro que aterrador. Los recuerdos de nuestra infancia no son más que fotografías retocadas de una realidad que muy probablemente nunca existió. Tu abuela no siempre estaba sonriendo mientras cocinaba, ni te hacía siempre macarrones para comer. Alguna vez te enfadaste con ella porque no te dejaba bajar a la piscina si no habías hecho por lo menos dos horas de digestión y más que probable que incluso tú mismo te quejaras amargamente de tener que quedarte con tu abuela durante el verano. Recogemos el pálido recuerdo que nos interesa y lo adornamos, lo adornamos con nuestros gustos actuales. El papel de la pared hace juego con las cortinas y el suelo de la terraza no quema las plantas de los pies aunque el sol se esfuerce durante horas. Tememos enfrentarnos a esos recuerdos con los verdaderos ojos de un niño, quizás porque ya es imposible o quizás porque a estas alturas ya no nos importa la realidad.

El autobús del colegio nunca llega para la niña de Home is Where One Starts… Allí, en un pueblo cualquiera de ese cuento interminable que resulta ser el medio oeste norteamericano, nuestra protagonista simplemente decide dejar de esperar. Decidimos dejar de esperar. Decidimos empezar a entender. Este es nuestro modo adulto de jugar.

Encarnamos a una niña, si, pero a través de los ojos de un adulto. Tratamos por tanto de realizar esas cosas que un adulto puede, como escapar de los límites “fronterizos” que rodean nuestra casa. Es imposible, claro. La protagonista nos recuerda con voz en off como solía asomarse a los límites del espacio permitido para jugar. Tomamos consciencia como jugadores que lo que Home is Where One Starts… y David Wehle nos proponen es revisar una pequeña parcela de memoria. Un recuerdo entremezclado con decenas de elementos atribuidos con el paso de los años.

Podría objetarse que treinta minutos de juego completamente en inglés y sin más interacción que andar y un par de objetos no es la mejor oferta para triunfar en el medio. Eso tendrá que valorarlo el futuro comprador. La oferta de Home is Where One Starts… no es sencilla y su reflexión acerca de la importancia del amor durante la infancia no es lo más estimulante que se puede ofrecer al jugador habitual.

Sin embargo la exploración funciona. Recorremos la granja intentando entender qué nos quiere contar Home is Where One Starts… descubriendo un juguete tirado en medio de una habitación con botellas vacías que nunca sabremos si de verdad estuvo allí. Tampoco importa, porque el cielo está anaranjado y todo anuncia que la noche llegará de un momento a otro, y la noche es de los adultos. Así que recorremos cada rincón, interactuamos con todo aquello con lo que se nos permite interactuar y rellenamos los huecos de una historia ajena con nuestra propia historia. Quizás ese sea el gran mérito de Home is Where One Starts…, colocarnos en ese instante en el que nuestro hogar de la infancia se convierte en un sitio ajeno lleno de misterios, justo antes de pasar a otra etapa. Aquella en la que comenzaremos a reconstruir una infancia inventada.

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