Jeff Bezos gana 3.182 dólares por segundo. El salario medio español según datos del INE es de 23.646 euros al año, unos 1.689 euros brutos en catorce pagas. Y la moda salarial española, el salario más frecuente, se derrumba hasta los 17.842 euros (1.248 euros en catorce pagas). Con la conversión del 17 de septiembre de 2019, Jeff Bezos gana 2.888 euros al segundo. Más del doble que el salario mensual más habitual en España. Si mensualizamos lo que gana Bezos hablaríamos de unos 275 millones de dólares. Si hacemos un cálculo sencillo veremos que Bezos gana al mes 220.352 veces el salario más habitual en España, ¿trabaja 220.352 veces más que ese español, es 220.352 veces más productivo? Eso es algo, cuanto menos, cuestionable. El hombre más rico del mundo ostenta ahora mismo una fortuna de 131.000.000.000 dólares y ya ha dejado claro que, como no sabe qué hacer con tanto dinero, lo lógico sería dedicarse a la exploración espacial. Como nunca es suficiente, tras la compra de Whole Foods recortará los beneficios médicos a los trabajadores a tiempo parcial o hace todo lo posible para restringir el derecho a huelga en países como España. Jeff Bezos está en la pirámide del 1% más rico del mundo.
Pero venimos a hablar de videojuegos, ¿no? Sigma Theory, de los franceses Mi-Clos Studio y Spinnortality, de James Patton, nos hablan a la perfección de lo que supone ese uno por ciento terrible para la humanidad. Ambos nos lanzan a un futuro muy cercano, desde dos prismas algo distintos pero con objetivos similares. En Spinnortality trabajamos para una megacorporación cuyo objetivo es, simple y llanamente, regalarle la inmortalidad a su junta directiva. Para ello emprenderemos una jihad científica, una orgía de dinero y contactos con la que buscaremos ir destruyendo las regulaciones de los gobiernos mientras avanzamos en nuestros árboles tecnológicos. ¿Curas milagrosas, extensión de la longevidad humana? Por supuesto, pero siempre a un precio y aprovechando toda la tecnología gratuita que ha ido desarrollando la humanidad hasta hoy. Como hizo la ratita de Martin Shkreli, que compró una farmacéutica y lo primero que hizo fue subir un 5.000% el precio del Daraprim (un fármaco moderadamente barato contra el SIDA), aquí lo que importa es ganar dinero y que los demás se busquen la vida. Y esto nos lo cuenta certeramente James Patton con su videojuego: cuando los avances científicos dependen de corporaciones y oscuras juntas de accionistas, son ellos los que deciden en qué dirección se avanza y si se va a compartir o no.
Sigma Theory hace algo parecido, disfrazándose también de videojuego de estrategia. Sólo que ahora es el Estado-nación el que se embarca en estas aventuras. Una serie de superpotencias están a punto de avanzar en la Singularidad, una tecnología tan avanzada que ni siquiera sabemos qué va a provocar, y a nosotros nos tocará liderar una de ellas para alzarnos con la recompensa. Porque, y aunque no coincidan del todo, de nuevo son las élites las que deciden y preferirán competir entre sí en vez de colaborar para que el ser humano se libere de sus cadenas. En Sigma Theory dirigimos a un grupo de espías y drones mientras tenemos a nuestros científicos investigando. Pero, como los recursos humanos (odiosa expresión) no son infinitos, la clave del juego consiste en “adquirir” más científicos. Para ello nos infiltraremos en otros países y trataremos de convencerlos, ya sea sobornándolos, seduciéndolos o directamente secuestrándolos. De ahí pasaremos a una vista de exfiltración en la que tendremos que huir del país, cuya dificultad dependerá de la habilidad del agente y de lo que hayamos llamado la atención. Para llegar al advenimiento de la Singularidad tendremos que acumular una serie de puntos en hipertecnologías, una previa que desbloquearemos con los científicos, y aquí viene lo más interesante. De nuevo, estas tecnologías incluyen hipermatemáticas con las que acabar con el hambre en el mundo, curas contra prácticamente todas las enfermedades y la propia inmortalidad; y de nuevo seremos nosotros y sólo nosotros los que decidamos lo que hacer con ellas. Podremos liberarla al público y dejar que todo el mundo se beneficie de ella, entregársela a algún lobby o quedárnosla para “aumentar” a nuestros agentes. Las consecuencias de hacer públicas estas tecnologías suelen ser positivas y decelerar un reloj que nos va marcando la inminente guerra nuclear, pero no son tan positivas como el mercadeo. Y entre los lobbies encontraremos sosias del Banco Mundial o incluso un grupo terrorista que “representa al 1%” y, obviamente, se opone a todo tipo de avance que signifique una mejoría para el 99% restante.
Desde un plano meramente jugable, Sigma Theory es un juego divertido y con un punto desafiante, ideal para partidas en móviles. Por suerte, y al igual que Spinnortality, va más allá. En contra de cierta tendencia que reprocha las moralejas, el videojuego de Mi-Clos Studio tiene una muy clara: la mayoría de sus finales no son demasiado positivos si por el camino hemos sido unos mierdas. El mensaje del estudio francés es el mismo que el de James Patton: la responsabilidad del futuro de la humanidad no debería estar en manos de unos pocos. Mientras ustedes leen esta columna, asintiendo o preparándose para llamarme envidioso en los comentarios (¡y eso que no he hablado del idiota de Elon Musk entorpeciendo la exploración espacial!), el 1% sigue a lo suyo. Mañana seguirán a lo suyo también. Y así cada día hasta que este planeta sea inhabitable salvo para los extremadamente ricos. Así que déjenme insistir: el futuro de toda nuestra especie no debe depender de ellos, porque harán lo mismo que en Sigma Theory o Spinnortality. Ni siquiera nos vale su caridad, porque es una elección que pueden o no hacer. Los mayores desafíos del futuro, tanto el climático como la liberación del yugo del trabajo asalariado, es algo que deberemos perseguir entre todos. Y, miren, podemos empezar haciéndolo hablando del 1% en una web de videojuegos o aprovechando el impacto cultural de los mismos para crear más títulos que también lo hagan.