Análisis: Wolfenstein – The New Order

Análisis: Wolfenstein - The New Order 2

Cada década tiene un referente cuando el gran público habla de videojuegos. Si en los 80 hablar de videojuegos evocaba la imagen del Tetris o de un alegre mundo del Super Mario Bros, en los 90 pasamos a Monkey Island y a Lara Croft como elementos primordiales en la memoria colectiva.

Esta primera década del nuevo milenio ha venido con una avalancha de juegos, confirmando esta industria como algo más que un mero entretenimiento para jóvenes. Sin embargo, en la memoria colectiva aparecen los FPS. Particularmente los Call of Duty y los derivados de esta moda del FPS moderno que han conformado una suerte de época dorada.

Dentro de este género ha habido varios intentos por mostrar algo nuevo: Bioshock o Mirror’s Edge entre otros. Algunos acabaron siendo clásicos instantáneos, pero los oldschool sentíamos que en un periodo tan fértil para el FPS el género comenzaba a apestar a estiércol.

Y es que los que crecimos con Quake, Doom, Unreal y Duke Nukem no nos sentíamos a gusto. Este FPS cinematográfico, tan palillero y lleno de scripts no era más que un teatrillo de marionetas, diseñado para sacar las alabanzas de los más ingenuos.Ya hace tiempo que no compro FPS, pese a ser uno de mis géneros favoritos junto a las aventuras gráficas y el género de acción-aventura. Y el Wolfenstein – The New Order no iba a ser menos. No lo compré cuando salió, y de hecho apenas le presté atención al juego. No me llamaba la atención. Pero ante todo, no quería volver a pasar 4 horas suspirando mientras apretaba el gatillo cada vez que aparecía la diana, con forma de ruso o terrorista islámico.

Pensaba que si hacía tiempo que le había perdido el (poco) gusto a las películas de Michael Bay, no tenía mucho sentido pagar 70 euros por algo parecido. Y sin embargo, comencé a oír a amigos recomendándolo. Tweets de gente diciendo que era la vuelta del FPS Old School, así que en los días previos a mis vacaciones decidí darle una oportunidad.

Y de hecho todo lo que pueda decir de Wolfenstein – The New Order es poco. Es un FPS OLD SCHOOL. En mayúsculas (y si pudiese en neones lo ponía, oigan). Es un juego que trata de un mundo alternativo en el que los nazis conquistaron el mundo. Donde ya nadie quiere luchar contra la opresión, y sin embargo, nosotros que por una explosión quedamos en estado vegetativo durante 15 años decidimos recuperar ese espíritu de lucha.

Como el propio género nuestro personaje se levanta de un coma, resurgiendo de una aparente muerte ante sus otrora compañeros de fatigas. Y así comienza el FPS más largo que podrán encontrar en la nueva y pasada generación.

Es un juego hecho con extremo mimo, y con una gran cantidad de detalles (que creo firmemente que ustedes deben descubrir, y por tanto no les voy a relatar). Con un diseño y unas mecánicas que no buscan ser complicadas. Es un juego que trata de hacernos sentir como Rambo matando nazis.

De este modo, nos encontramos con un juego que deja lo políticamente correcto para centrarse en hacer un buen juego. La historia no es su fuerte. Quizás es un tanto tópica, pero encaja perfectamente con lo que el juego quiere ser. Un mata-mata, en el que lanzarse en una orgía asesina contra cualquier cosa que lleve una esvástica (y les aseguro que son muchas cosas).

Así, cabe destacar la inclusión de mecánicas modernas, como el sigilo y el sistema de coberturas que hacen de la experiencia un juego muy completo, con fases que exigen pasar desapercibido y otras que permiten destruir todo lo que se te cruce por delante.

La estética recoge lo mejor del steam-punk nazi, con robots y armaduras modificadas para crear al súper soldado alemán (precisamente siendo esta la obsesión del antagonista del juego). Contra un hombre que lucha con un arma a cada brazo y todo el arsenal que encuentre por delante.

Sobre el diseño de niveles diré que es brillante, repleto de niveles largos e inmersivos en los que no tendrás la sensación de estar haciendo dos veces la misma cosa (aunque realmente sólo estés matando nazis). Han sabido encontrar un equilibrio en los momentos emotivos muy difícil de lograr en los videojuegos, y sobretodo teniendo personajes tan planos a primera vista, pero que terminarán conquistando el corazón de más de uno.

Entre misión y misión Wolfenstein ha adoptado la moda de incluir una zona en la que hablar con los NPCS aliados en la base. Sin embargo, para el que sea un poco avispado encontrará secretos (amén de las misiones que hay que cumplir en la base) que le sacarán una sonrisa a aquellos jugadores del clásico Wolfenstein.

En resumidas cuentas, creo que una frase del juego resume mi percepción del juego: “Me temo, amigo mío, que he juzgado mal su simiesca apariencia”. El juego es de los que más he disfrutado en este año dentro de los juegos de acción, y el que más me ha sorprendido por realmente no esperar nada de él. Acérquense a él sin pretensiones y les dará unas buenas horas de guerra improbable.

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