Análisis: This is the President

Análisis: This is the President 7
Análisis: This is the President 2
Fecha de lanzamiento
6 diciembre, 2021
ESTUDIO
SuperPAC
EDITOR
THQ Nordic
PLATAFORMAS
PC, Mac, Linux

El seis de enero de 2021 una recua de enajenados haciendo cosplay de revolucionarios asaltaron el Capitolio de Estados Unidos de América en una suerte de intento de que no se realizara la cuenta de la votación del Colegio Electoral que iba a ratificar la presidencia de Joe Biden. Esto, que podría haber quedado en anécdota patética y broche de mierda para cerrar la presidencia de Donald Trump, acabó provocando varias muertes y la sensación de que si cuatro mataos eran capaces de entrar al Capitolio, qué no serían capaces de hacer con la connivencia de alguno de los resortes del poder. Supongo que el mayor shock de todo esto fue ver que todo lo que se hacía a escondidas había pasado a hacerse de cara, porque ya teníamos clarito (especialmente en el caso yanqui) el sumidero de intereses que es la alta política, porque tras esto queda claro que ya todo vale. De esa fuente bebe This is the President.

Obra de SuperPAC, y enmarcado dentro de más o menos la misma “saga” de los This is the Police, This is the President nos propone seguir en la escalada de abuso de la autoridad de los anteriores pero dando un salto cualitativo y cuantitativo: ahora seremos el (supuestamente) hombre más poderoso del planeta. Y no hemos llegado a la presidencia precisamente para mejorarle la vida a nadie, sino porque queremos sacar adelante una enmienda que nos garantice que no se nos pueda meter en la cárcel tras el ejercicio del poder. Así que toca ponerse a ello durante cuatro años, en un formato que es un cruce entre novela visual y videojuego de gestión, que a mí me ha recordado mucho en forma (pero no en tono) a Suzerain.

Tras el discurso inaugural y una explicación de cómo sacar adelante la Enmienda 28 de la Constitución, tocará ponernos manos a la obra. El juego parece un poco complejo de entrada pero realmente no lo es tanto y va abriendo sus distintos sistemas con el paso de los turnos, dejando tiempo al jugador a que se acostumbre. Prácticamente casi toda la jugabilidad se va a convertir en reaccionar ante los marrones u oportunidades que nos surjan. Así, tendremos un equipo de empleados y nos tocará mandarlos a distintas “misiones”, que van acotadas por tiempo. Si el equipo es lo suficientemente grande, les pagamos bien y no les tenemos estresados, en general no tendremos por qué dejar nada pasar… pero ya sabemos que eso no va a ocurrir. La magia aquí estará en el equilibrio entre mandar a gente a descansar, contratar nuevos asesores, gestionar el tiempo para tratar de llegar a todo y saber qué dejar pasar sin que nos hiera mucho.

Porque nuestra salud, es, en cierto sentido, nuestra popularidad. Todas nuestras decisiones políticas conllevan una ganancia o pérdida de aprobación, y necesitamos tenerla alta para ir sobreviviendo a las crisis que se nos presentan pero también a los procesos en el Congreso. Lo verdaderamente interesante de This is the President es que somos nosotros los que manejamos los tiempos: ¿por qué adoptar una medida beneficiosa para la población sacando una ley de sanidad pública ahora si podemos hacerlo en unos meses para ser más populares? La mirada del juego a la política es descarnada y muy pesimista, porque incluso aunque queramos ejercer de presidente populista que se preocupa de las clases trabajadoras, la imagen que se nos presenta en todo momento es la de alguien que quiere aprovecharse del legítimo hastío hacia el establishment para sacar adelante su propia agenda. ¿Les suena de algo?

Resulta imposible separar la persona de Trump de This is the President porque está presente en lo zafio y descarado, aunque creo que si hay que hablar de una influencia principal lo suyo sería ir hasta House of Cards. La serie de Beau Willimon (bueno, el remake de la serie de la BBC de 1990 que ya se basaba en un libro) abría ya la puerta a un presidente asesino y claramente amoral que había entendido a la perfección la máxima de Lenin que reza que salvo el poder, todo es ilusión. Es imposible no acordarse de ella en algunas de las cosas que ocurren en el juego, pero también al ver lo metida que está en todos los procedimientos legales estadounidenses, que tan extraños se nos hacen a veces. No deja de ser interesante que haya llegado hasta aquí y ahora roleemos a este sosias de Frank Underwood.

Creo que This is the President, aunque a veces pueda hacerse un poco pesado, como juego es divertido si uno sabe a lo que va. Sus creadores han dedicado mucho tiempo a pensar en los distintos sucesos a los que hacer frente y tiene situaciones realmente graciosas, con un número musical como colofón increíble. También creo que tanto cinismo puede llegar a ser algo cargante, porque estando el mensaje bien claro desde el principio apenas hay respiro. Es el tono del juego y es su mensaje, y tampoco tiene ningún sentido que empecemos a encarnar a un tipo con moralidad que quiere lo mejor para su pueblo, pero a veces se agradecería algún que otro respiro más de tanta maldad, aunque sea para coger aire.

Supongo que lo que pasa, realmente, es que This is the President es un hijo perfecto de su tiempo. Encarna como nadie el Zeitgeist en el que estamos de antipolítica, de suspicacia hacia las instituciones, de individualismo atroz y devorador y sálvese quien pueda. Cuando se han roto todos los contratos sociales y lo único que queda es ser la primera rata en escapar del barco. Si uno lo mira como obra representativa, y más tras el seis de enero de 2021, está claro que SuperPAC han sabido hacer algo muy importante: una suerte de cápsula del tiempo histórica que recrea a la perfección lo que (pensamos que) ha sido la presidencia de los EEUU en los últimos años: una charca de oportunismo, un lodazal corrupto para lucirse y seguir haciendo que ganen los de siempre.

Personalmente estoy cada día más harto de ficciones apocalípticas o catastróficas, pero no creo que eso le reste valor a This is the President. Creo que como testimonio de los manejos de las élites y de lo terrible y degradada que se ha vuelto la política funciona muy bien. Y, obviamente, a quien le gusten este tipo de obras va a disfrutar mucho de él y de sus compases finales donde directamente se vuelve una orgía de caos y locura con la que es imposible no reírse. Es, cerrando, un juego que tiene muy claro lo que es y lo que quiere contar y al que prácticamente no hay nada que reprocharle salvo que alguna vez se alargue un poco.

Dicho eso, y ahora desde fuera del juego: ya tenemos el mensaje en la botella, ya nos queda claro que esto es lo que hay y cada vez es peor. ¿Jugaremos alguna vez a algo que nos proponga solucionarlo, o al menos mejorar la vida de alguien?

 

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