La industria de los videojuegos no se ha caracterizado nunca por ser justa. Medianías como Black & Withe consiguieron dieces en “revistas especializadas” mientras obras como Deus Ex se llevaban palos por sus gráficos deactualizados. En la mayoría de los casos el tiempo suele hacer justicia, y al echar la vista atrás podemos comprobar que el buen hacer de los desarrolladores no se supo o quiso entender en su momento. En otros casos hay títulos que parecen destinados al fracaso, por mucho empeño que se ponga en ello. El caso que nos ocupa es uno de ellos.
The Saboteur estuvo irremediablemente marcado por el cierre de su estudio desarrollador Pandemic Studios por parte de Electronics Arts en su lanzamiento -concretamente ANTES de su lanzamiento-, creando desconfianza en el consumidor y dejadez por parte de la distribuidora a la hora de promocionarlo. Una vez que lo he completado no entiendo como un título en el que se mezclan nazis, blanco y negro, un irlandés borracho, prostitutas francesas y carreras de coches haya pasado sin pena ni gloria por la industria.
Antes de que continúes leyendo quiero dejarte algo claro. No pongo notas a los juegos, puesto que me parece innecesario pero a nivel mental, cualquier título en el que puedas viajar/construir/hacer explotar un zeppelín ya tiene un 5 de base. Si el protagonista hubiese podido coger un jet-pack en algún momento del juego el análisis acabaría aquí con un 10 como nota final. Lamentablemente no ha sido así, por lo que me veo obligado a contar mis impresiones.
En The Saboteur encarnamos a Sean Devlin, un irlandés piloto de carreras que sin proponérselo se ve envuelto en un feo asunto relacionado con los primeros días de ocupación Nazi en París. Dicho asunto se desarrolla durante un prólogo de no menos de media hora en el que a parte del típico tutorial comprobaremos la primera gran aportación de este título. San Devlin es uno de los personajes mas carismáticos que he tenido la oportunidad de encontrarme últimamente en mi monitor. Un antihéroe como los de antes. Un tipo valiente, solitario, bebedor y malhablado del que acabarías irremediablemente enamorado si fueras una adolescente hormonada o yo mismamente. Tanto su manera de moverse como su doblaje han sido cuidados a la perfección.. Incluso me atrevería a decir que tiene unas animaciones faciales realizadas con mucho acierto. Esto no significa que sean excelentes sino que representan a la perfección su estado de ánimo en cada momento. Tras este largo prólogo estaremos inmersos en la resistencia francesa que intentará echar a los nazis del Paris ocupado.
La primera impresión es que estamos ante un sandbox en toda regla. La historia se desarrollará en forma de misiones de hemos de ir siguiendo sin un orden estricto, aunque todas mantendrán el hilo de la historia, que si bien no es revolucionaria, resulta sobradamente interesante. La historia personal de Sean Devlin, una historia de venganza Tarantiniana, se mezclará con su participación en la resistencia francesa donde deberá ayudar a los ciudadanos parisinos a librarse de la ocupación nazi. Es aquí donde viene el segundo acierto -y a mi manera de ver, toda una valentía- de representar los barrios ocupados de París en un precioso blanco y negro, donde solo las banderas nazis, la sangre y el fuego tendrán sus colores naturales. Estos barrios podrán ser devueltos a el pueblo mediante misiones, recuperando el color natural – Paris es la ciudad de la luz- cuando los nazis ya no tengan el control de esa zona.
París y su espíritu de la década de los cuarenta está perfectamente representado. En vez de tratar de trasladar con objetividad la situación de la Francia ocupada se ha optado -otro acierto mas- por atrapar el espíritu de ese París acongojado por la ocupación. El color -o la ausencia de él-, la música, el clima…todo está perfectamente programado para que sintamos esa especia de recuerdo colectivo que nos han trasmitido películas y fotografías. La música sin duda es un caballo ganador, compuesta por temas de jazz y chanson francesa que complementan esta inmersión.
El desarrollo de las misiones es absolutamente típico. Sabotear, matar o rescatar será el pan nuestro de cada día en nuestro recorrido por París. La manera en que las afrontemos, en cambio, si que podemos decidirlo. Sean es una mezcla de Altair y Marcus Fenix. Igual escala edificios que se parapeta tras un obstáculo y se carga nazis a diestro y siniestro. De esta manera, en la mayoría de las misiones podremos optar por la infiltración sigilosa o por la escaramuza mas sangrienta. En el primero de casos podremos acabar con un nazi por la espalda –con las manos, no con un arma- para poder robarle el uniforme y entrar disfrazados sin llamar la atención. Esto nos dará la ventaja de poder, por ejemplo, llevar un arma en la mano sin levantar sospecha, pero será nuestro fin si un tipo de la GESTAPO nos reconoce. Es aquí donde viene el punto mas flaco de todo el título. Unos tipos que conquistaron media Europa y pusieron en jaque a la otra mitad del mundo entiendo que debe presuponérseles cierta inteligencia. Pues no, los nazis de The Saboteur son completamente imbéciles. Imbéciles y vagos como Paquirrin. El modo de infiltración podría haber funcionado a las mil maravillas con una IA que estuviese a la altura, pero aquí basta con alejarse un poco del jaleo si eres descubierto para que todo vuelva a la calma. Da igual si te han pillado apuntando con un bazooka a Hitler a veinte centímetros de su cabeza. Si logras escapar podrás comprobar que la seguridad del edificio no ha sido reforzada y que Hitler sigue tan tranquilo leyendo sus revistas de áreos en ropa interior. Si te decides por la vía menos diplomática, el resultado sigue siendo agridulce. Sean se comporta muy bien con un arma en la mano. El sistema de cobertura cumple y hay suficiente variedad de armas como para que resulte divertido. El problema vuelve a ser la IA. Excepto un tipo de soldados que salen muy avanzado el juego, el resto son completamente inútiles, por lo que acabar con decenas de ellos no será en absoluto complicado. En este caso es cierto que llegarán refuerzos convirtiendo aquello en un infierno, pero la facilidad de los tiroteos resta credibilidad al asunto.
Sam se moverá por París utilizando coches de la época. La variedad es notable, y bastará con que llegues con un coche a uno de los múltiples garajes de la resistencia para que este pase a ser de tu propiedad, pudiéndolo utilizar en cualquier momento. La manera de conseguir los coches será mediante misiones secundarias o simplemente mediante el antiquísimo método de la extracción por la fuerza. De todos modos, en cuanto avancemos algo en la historia tendremos varios vehículos que se convertirán en nuestros favoritos al instante. Las distancias que hemos de recorrer en algunos casos son realmente largas, recordando por momentos a las que se recorrían en Mafia, aunque sin necesidad de respetar los límites de velocidad. Existe también la posibilidad de robar vehículos a los mismísimos nazis, pudiendo pilotar un tanque o vehículo de transporte para liarla parda.
Puesto que formamos parte de la resistencia, tendremos que apañarnos mediante el contrabando para conseguir armas y mejoras. Sabotear estructuras nazis o encontrar las cajas que tienen los contrabandistas por la ciudad nos servirá para ganar dinero que nos dará acceso a mejores armas, mejoras para las mismas o para el propio Sean, así como la posibilidad de llamar a miembros de la resistencia para que nos ayuden en alguna misión complicada o desbloquear trofeos. Por cierto, como todo buen título de esta generación esta lleno de trofeos.
The Saboteur es uno de los títulos con los que mas me he divertido últimamente. Parece que llegado un momento los desarrolladores sabían que iba a ser su último título y decidieron dejarse llevar incluyendo todas las ideas que tenían en mente. Hay misiones espectaculares, como un sabotaje a un tren o una persecución dentro de un zeppeling en llamas. Un personaje principal muy carismático, secundarios aceptables y una historia que no te insulta a la cara. Es cierto que gráficamente no está a la altura de otros juegos de su estilo pero también es cierto que tiene una dirección artística por encima de la media y el escenario elegido consigue que se perdonen la mayoría de sus errores. Recorrer París es una gozada, escalar sus edificios mas emblemáticos supondrá un reto -Sean tiene la misma agilidad que Altair pero necesita mas de un botón para escalar-, y la música acompaña todo nuestro viaje resultando un perfecto complemento. Además, lo que en otros casos hubiese sido un DLC aquí se ha incluido de serie, puesto que una vez terminado el título existen varias misiones que se pueden seguir realizando.
Un título que no pasará a la historia de los videojuegos pero que se merece un reconocimiento mayor que el que se le ha otorgado hasta el momento. Para todos aquellos que se echasen atrás en un primer momento comentar que la gente de Clandlan -benditos sean- ha realizado una traducción completa y por si os apetece comprarlo lo teneis aquí por 7,95€.