Análisis: The Hong Kong Massacre

The Hong Kong Massacre

The Hong Kong Massacre

The Hong Kong MassacreSoft boiledCRÍTICAEl ayer es un préstamo con muchos intereses. Tirar de referencias como premisa de una obra es algo entendible desde la economía estética, por aquello de que gran parte del trabajo viene regalado por el pasado, pero el peligro de caer en un tributo vacío está esperando a la vuelta de cada esquina. El mayor riesgo es acabar haciendo una réplica 1:1 de eso en lo que te estás basando, ya sea un género o una época, y que la hora de dejarla ir no tenga las herramientas para sostenerse a sí misma. Si la relación deriva en dependencia, es muy probable que todo el empeño acabe enterrado bajo ese mismo pasado en el que se proyecta.

The Hong Kong Massacre pone el ojo en el cine de acción del Hong Kong de los noventa, en esos años en que ya se estaba rodando la tercera Police Story con Jackie Chan, John Woo estaba por sacar Hard Boiled, su obra maestra con permiso de The Killer, y Johnnie To ya se encaminaba a coger el testigo con The Mission antes de dar carpetazo a la década. La labor de todos ellos pavimentó una etapa muy concreta de un camino que venía del cine de artes marciales popular y que derramó la épica del honor y el deber sobre las calles de una de las ciudades más reconocibles del mundo, no tanto por lo que era sino por lo que se contaba de ella.

Desandar todo esto para evocar aquella época no es algo demasiado complicado, tanto por ser algo que se ha hecho muchas veces como por lo marcadísimo de su estética, ese caos coreografiado que se bailaba con glocks y piconas, que producía lluvias de plomo, sangre y astillas, que se enmarcaba en callejones, casas de té y comisarías de mala muerte, que hablaba de guerras con la Tríada y sus trajes anchos de colores, y de cuerpos de policía entre corruptos y honorables a pesar de los pesares. Un choque de fuerzas que devolvía un contexto que no es que estuviese siempre a punto de reventar, sino que existía entre puras explosiones.“The Hong Kong Massacre quiere volar por los aires, pero le cuesta prender la mecha.”Todo ese exceso básico y visceral tejía un espacio popular y reconocible, una sensación de lugar que The Hong Kong Massacre intenta revivir sin tener claro en ningún momento en qué debe fijarse. Jugándoselo todo a los neones y las balas, la traducción que intenta hacer del material original al videojuego es superficial y contradictoria. Avanzando por sus niveles no hay ni rastro de la épica que bañaba las viejas cintas, no hay acercamiento a sus típicos clichés, solo una puesta en servicio de unos pocos elementos básicos que nunca llega a aprovechar. Están los laboratorios de droga, las salas de interrogatorio y los casinos clandestinos; hay un camarero que chiva, un policía que se venga y un tipo que se llama Tequila; y no paran de apilarse los rifles, los cadáveres y las palomas blancas. Y aún con todo eso, el juego no logra construir nada.

Esto es algo que se hace más o menos evidente si se compara The Hong Kong Massacre con títulos como Hotline Miami o Stranglehold. Del primero toma la perspectiva cenital, la base mecánica y la estructura en fases; del segundo la ambientación, la cámara lenta y los muebles antibala. Luego lo mezcla todo y devuelve algo que funcionaría si entre todo ello no se le escaparan ciertas pretensiones, si no se parara de tanto en tanto para llevarte a un diálogo, a un recuerdo o a un primer plano de la cara del protagonista. Casi como si el juego quisiera moverse en varias direcciones, pero solo diera el primer paso de cada una de ellas.Y es que Hotline Miami hacía algo parecido a esto en su rapiña de la capital de los ochenta, pero asentaba su propuesta tanto en la extrema violencia jugable como en una narrativa lisérgica y fragmentada que experimentaba con cómo sería estar loco, drogado y armado hasta las cejas. Y Stranglehold, por su parte, construía espacios más o menos profundos —dentro de las limitaciones de su tiempo— en los que había espacio para el baile, para subirse por las mesas y parapetarse por los balcones. Como estos dos juegos, The Hong Kong Massacre quiere volar por los aires, pero le cuesta prender la mecha.

Esta incapacidad le lleva a caer constantemente en la contradicción de la que hablaba antes. Hay una muy básica e inmediata en su sistema de puntuación, que premia el juego fino y sosegado por encima de entrar a saco y armar una buena balacera. Si no fallas disparos, una estrella; si no usas el tiempo bala, otra; si juegas rápido, una tercera. Como si remara a contracorriente de sí mismo, no sabe provocar desde lo performativo lo que intenta en recrear visualmente, algo inexplicable teniendo en cuenta que el propio Stranglehold, por ceñirme a lo mencionado, no paraba de tirarte puntos a la cara cuanto más loco te volvías, más bailabas y más cabezas se despedían de sus sienes. Y aquello era dos mil siete.“The Hong Kong Massacre intenta revivir un pasado sin tener claro en ningún momento en qué debe fijarse.”Con todo esto en mente, resulta difícil entender las intenciones de algo como The Hong Kong Massacre. Sus matanzas no vienen respaldadas contextualmente más que por el hecho de que tú eres el bueno y todos los demás son los malos, o por el simple hecho de que cualquier persona que te cruces va a intentar acabarte a toda costa. Hay una escena a mitad de camino en el que una chica es tiroteada en medio de la calle y solo queda suponer que este es el motivo por el que somos la muerte llamando a las puertas. Pero precisamente por incluir esos amagos de justificación que todo se queda entre dos tierras; autoconsciente, pero poco. Como si sus porqués fueran pura burocracia.

El resto de sistemas que componen The Hong Kong Massacre lo rematan en esta línea. Por algún motivo hay un sistema de mejora y desbloqueo de armas al mismo tiempo que la posibilidad de coger armas nuevas de suelo y cambiar continuamente. Y como también te limita las municiones, en los enfrentamientos contra jefes de la banda enemiga, que el juego plantea como un duelo de disparos y piruetas en paralelo, necesita ponerte un esbirro de tanto en tanto para asegurar que no te quedas sin cartuchos. Dicho de otra manera, tiene todo el rato la necesidad de romper sus ritmos para ser jugable.

Así que lo que queda tras todo el recorrido es la sensación de que el esfuerzo relativo que hace The Hong Kong Massacre por hacer de aquellas películas de los noventa el escenario de su juego cae en saco roto. El cine hace tiempo que las dejó atrás, y aunque obras como John Wick o The Villainess siguen sirviéndose de sus fórmulas, ambas proponen evoluciones considerables, ya sea en forma de espectacularidad o encajándolas en historias más densas y trabajadas. Aquí, por el contrario, el cambio de medio es más un retroceso que un avance, algo que no suma y que habitualmente resta. Una celebración del pasado que ya se siente vieja.

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