Análisis: MirrorMoon EP

Análisis: MirrorMoon EP 1

El viaje comienza sobre un planeta rojizo. Es nuestra primera incursión en la travesía espacial, la primera parte de nuestra etapa como modernos Principitos. Perdidos en el planeta, sin saber muy bien que hacer, empezaremos a explorar, a buscar con la mirada y a experimentar con las mecánicas que nos ofrece. ¿Qué hacemos en el espacio? ¿Qué buscamos? Desde el inicio tenemos la misma información que nuestro avatar en el mundo: ninguna.

Pero probamos cosas. Avanzamos por la escalera que se nos va poniendo, y vamos descubriendo el funcionamiento de este extraño espacio exterior. La luna omnipresente se convierte en un espejo, y como niños comenzamos a jugar con ella. En menos de lo que nos daremos cuenta habremos resuelto el siguiente rompecabezas, en un aprendizaje sin guías, natural. Y cuando abandonemos por fin el planeta rojo, la sensación de satisfacción será infinita. Antoine de Saint-Exupéry nos mirará desde las estrellas y nos acompañará en nuestro viaje.

Así empieza MirrorMoon EP, un juego único. Uno de esos títulos que está en la frontera de lo que son los videojuegos, del momento en el que se fusionan con las experiencias. Sin un objetivo concreto, más allá de vagar por las estrellas, nos adentraremos en una extraña nave espacial, yendo de un lugar a otro del cosmos por el simple placer de hacerlo.

El juego de Santa Ragione es infinito si lo que quieres es simplemente recorrer el universo. Cada vez que jugamos una nueva partida nos adentramos en una “temporada” que nos ofrece un universo único, y no aparecerá uno nuevo hasta que haya sido cartografiado del todo por la comunidad. Para lograrlo, acudiremos a estrellas inexploradas y resolveremos sus puzzles: si somos el primero podremos ponerle un nombre al lugar. Y así, todo el tiempo que queramos, sin mayor objetivo que el afán de descubrimiento.

Resulta notable lo bien gestionado que está el andamiaje en el título. Sin instrucciones, sin ninguna indicación, los creadores logran que nos sintamos como nuestro avatar: iremos probando cosas, toqueteando botones de la nave hasta descubrir para lo que sirven e interactuando con los planetas y desarrollando estrategias para resolver los rompecabezas. Nuestro primer astro rojizo sirve como pequeño tutorial, pero sin llevarnos de la manita ni decirnos lo que tenemos que hacer. Probablemente sea el mayor éxito de MirrorMoon EP, obligar al jugador a experimentar y pensar como si realmente estuviera ahí, sin una guía que le aclare las cosas. Al hacerlo consiguen sumergirnos en la experiencia, que nos creamos lo que está pasando y que disfrutemos con el aprendizaje. Nos frustraremos y sufriremos con los fracasos, pero nunca la victoria será tan dulce como desbloqueando un planeta y eligiendo su nombre.

El trayecto requiere, eso sí, la complicidad del jugador. No es una travesía para todos: hace falta entender que en ningún momento nos llevarán de la mano, hace falta darse cabezazos contra la pared para entender algunos de los puzzles y hace falta asumir que no todo tiene por qué tener una explicación.

Hay, eso sí, un “modo historia” con el que podemos topar de bruces al llegar a algunos planetas con observatorio. Para no arruinaros la sorpresa lo dejaré aquí. Pero vamos, bien podemos estar horas jugando sin encontrarnos con el menor indicio de lo que hacer como estamparnos con las pistas nada más emprender nuestro viaje. También hay final, aunque deliberadamente vago, y el jugador cómplice también lo agradecerá: explicar el viaje sólo puede sacarle la magia y contaminarlo del razonamiento cotidiano, que es el enemigo de este trayecto peculiar.

Además de toda la exploración sin rumbo o de la historia que podemos perseguir, toparemos con “anomalías”, pequeños huevos de Pascua que recuerdan a títulos indies de los que hemos hablado por aquí en profusión. De nuevo, para no revelar sorpresas, me callaré, pero a mí han conseguido sacarme una sonrisa con algunos de ellos. Al final quedan como un motivo más para explorar, algo más simpático.

MirrorMoon EP también tiene fallos. El control se hace raro al inicio y los puzzles pueden repetirse a menudo en los planetas que vamos visitando. Y como ya he dicho, si el jugador no es cómplice, si exige ser llevado de la manita y que le expliquen todo, lo va a pasar bastante mal. Pero entendiendo esto y dejándonos seducir por la propuesta podremos disfrutar hasta llegar al final, sacar de paseo al explorador con ojos de niño que llevamos dentro.

Sorprende también una banda sonora bien elegida, tenue pero que acompaña a la perfección, y un estilo visual que es un acierto inmenso. Sería difícil imaginar al juego con otro aspecto, porque se integra tan bien en la jugabilidad y la propuesta que forma parte de su alma. De nuevo, habrá gente que no sea fan del minimalismo (FUERA DE AQUÍ), pero si disfrutas con él, vas a tener que esforzarte en muchos momentos para que el síndrome de Stendahl no se te lleve al otro barrio.

Por supuesto, puede decirse más sobre el juego. Podemos ponernos mucho más convencionales, podemos definirlo como aventura de exploración en primera persona cargada de puzzles y generación aleatoria de universos. Pero cuanto más intentemos definirlo, cuanto más hablemos de mecánicas, más nos alejaremos de la ensoñación que quiere representar. MirrorMoon EP no es algo convencional y tampoco quiero serlo yo al hablar de él: el niño que nunca pudo ser astronauta, que aún vive dentro de mí, le debe un poquito de felicidad e inocencia recuperada.

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