La clave siempre ha estado en “el masilla”, pero no nos habíamos dado cuenta hasta ahora. Nuestra mirada siempre se había ido al enemigo final, el más grande, el más poderoso, el que lleva un arma que te pone del revés con un golpe, o incluso a ese jefe intermedio rodeado de esbirros y con evidente sobrepeso que fanfarronea a mitad de nivel. Midnight Fight Express es una oda a la diversión que nos proporciona dar hostias a los don nadie de los videojuegos. Esos personajes destinados a ser carne de cañón bajo nuestros puños que siempre actuaron como aperitivo y que aquí se convierten en el plato principal.
Para entender correctamente la propuesta de Midnight Fight Express hay que hacer un acto de confianza ciega y poner la mirada donde el título pretende, y no donde nosotros, o al menos yo, quería. Al ver los diferentes tráilers un servidor esperaba encontrarse con una suerte de Hotline Miami isométrico y algo más acrobático en el que el objetivo estuviera puesto en alcanzar el frenesí a través de música electrónica y combos inspirados en John Wick. Vale, algo de eso hay, pero desde el primer minuto resulta evidente que ese no es el objetivo. No hay frenesí en Midnight Fight Express, y sí mucho flow, pero al contrario que en propuestas de un tono similar que hemos visto este mismo año (SIFU, te miro a ti), el título de Jacob Dzwinel nunca pretende que el camino hasta alcanzar ese flow se realice a través del perfeccionamiento de técnicas, sino a través del juego dentro del juego.
En Midnight Fight Express somos Babyface, el enésimo personaje amnésico que… Mira, la verdad es que da completamente igual quienes somos, qué hacemos y la multitud de ridículas excusas con las que el título justifica nuestro avance. La narrativa es horrible se mire por donde se mire. He llegado a pensar que se trataba de una burla a las clásicas tramas ridículas de los beat ‘em up, y de veras que por momentos lo parece, pero luego tiende a recular y no se atreve del todo a ser esa fiesta mamarracha que insinúa cuando se atreve a desatarse por completo. En este sí, pero no, nos vamos moviendo por todos los escenarios clásicos imaginables del género, los cuales pasan por fábricas, garajes, discotecas o trenes. Por ellos, por supuesto, desfilará también todo el listado de enemigos que hemos visto una y mil veces. La diferencia, y esta es una gran diferencia, es que aquí el enemigo básico es el rey de la fiesta, y como en cualquier fiesta que se precie, cuanto más mejor.
El sistema de combate de Midnight Fight Express no esconde sus referencias: es una versión MUY mejorada de lo que pudimos ver en la saga videojueguil de Batman. Nuestro protagonista siempre se encontrará en inferioridad numérica, lo que nos obliga a ir enlazando hostias, cintas, paradas, remates y cualquier cosa que se encuentre a nuestro alcance para que nuestro acumulador de combos nunca pare y salgamos con vida del encuentro. Para ello contamos con nuestros puños y patadas como arma principal, pero todo, absolutamente todo, puede servirnos como elemento a nuestra disposición para acabar con nuestro siguiente objetivo. Por supuesto también tenemos el sempiterno árbol de habilidades, algo que aquí alcanza una importancia especial ya que no sólo nos permite avanzar con más facilidad, sino que es la única manera de alcanzar la melodía correcta que nos permitirá componer la sinfonía de violencia que el título tiene preparado para nosotros. En este sentido, hay que destacar el acto de fe al que Jacob Dzwinel y su equipo nos somete, ya que a pesar de que todo funciona correctamente desde el primer momento, no es hasta la segunda vuelta, una vez desbloqueado por completo el árbol de habilidades, cuando el juego alcanza su cenit de diversión. Algo que se comienza a vislumbrar una vez has pasado un puñado de niveles, pero que puede dejar a gente por el camino.
Curiosamente, las aristas de Midnight Fight Express sobresalen en aquello que menos importa, aunque no por ello dejan de tener importancia. Al absurdo e innecesario argumento hay que sumar la cantidad de bromas referenciales que se sienten como ese amigo pesado que te golpea con el codo cuando suelta una frase fuera de contexto de la que sólo tú y él entendéis el significado. Una vez puede funcionar, pero a la décimo octava, el costado comienza a resentirse. Cuando en el nivel llamado “Fight Club” te enfrentas a un personaje denominado “Dyler Turden” puede asomar una sonrisa, incluso cuando unos tipos con máscaras de animales y bates de beisbol te preguntan si has visto un teléfono cerca y te ayudan a acabar con los enemigos, pero al final la acumulación se siente pesada y fuera de lugar. Pasa lo mismo con las interrupciones para interactuar con el dron que te acompaña, a las que al principio prestas atención y en cuanto el juego avanza pasas sin leer porque se sienten como una canción mala en medio de una fiesta estupenda. Ahí de nuevo la segunda vuelta adquiere una importancia capital, ya que nos permite marcar una casilla de “saltar diálogos” antes de empezar cualquier nivel.
El resto de elementos que funcionan de una manera no del todo satisfactoria pueden achacarse a que Midnight Fight Express ha sido desarrollado prácticamente en solitario por Dzwinel, y se nota. Al juego no le falta trabajo, sino dinero y alguien que de vez en cuando le tocara el hombro y dijera “a esto hay que darle una vuelta”. Los niveles puramente arcade son tan aburridos como innecesarios, el sonido pedía algo más de cariño, algunos niveles se encuentran claramente descompensados y por momentos se nota que se ha querido abarcar más de lo que se podía, perdiendo el foco en lo importante. Aún con todo esto, cuando Midnight Fight Express funciona, lo hace como casi ningún título del género lo ha conseguido desde hace mucho. Esto es fácilmente comprobable en la sala de entrenamiento, la cual nos permite elegir los diferentes enemigos a los que nos queremos enfrentar, las oleadas que vendrán y las armas que utilizarán. Ahí, cuando no hay más que golpes, cuando no hay ningún tipo de interrupción ni elemento que nos distraiga, es ahí es cuando uno es realmente consciente de la salvajada de gameplay que supone este título.
A la hora de calificar un videojuego, o cualquier otra obra que mantenga un diálogo con el usuario, suelo decir que la única manera de hacerlo es tratar de comprobar si lo que propone funciona independientemente de referencias o experiencias pasadas. Midnight Fight Express tiene algunos elementos menores que no terminan de funcionar, pero en lo que a mí respecta quedan completamente eclipsados ante aquellos momentos en los que alcanza la perfección. Estamos ante un título que no quiere que derrotes a tus enemigos, quiere, más bien implora, que lo hagas con estilo, que disfrutes de cada uno de los movimientos, que no recojas un arma del suelo sin más, sino que lo hagas dando una voltereta para no perder el flow. No todo lo que me quería contar Midnight Fight Express me importaba, incluso a veces estaba deseando que se callara, pero cuando se centraba en lo importante me resultaba imposible dejar de escuchar.