Análisis: Metro 2033

Metro 2033

Metro 2033

Metro 2033, antes de videojuego, fue libro, y muy bueno, por cierto. Esto hace que este análisis no vaya a ser lo más objetivo del mundo. Os explico: hace tiempo leí el libro y me encantó. Lo que proponía, una especie de viaje del héroe bañado de post-apocalipsis, hizo que me lo leyera de un tirón y me viera obligado a buscar más información. Entre esa información, descubrí que había un juego en desarrollo desde hacía unos cuantos años, pero las noticias habían dejado de aparecer y parecía probable que hubiera sido cancelado. Al ser el juego primerizo de su desarrolladora (los ucranianos 4AGAMES, con gente del primer Stalker) y teniendo en cuenta la cantidad de juegos que se cancelaron el año pasado, no hubiera sorprendido.

Viendo el percal, cuando en octubre del año pasado se anunció que finalmente saldría a la venta, publicado por THQ, estuve dando saltos de incontenible alegría durante media hora. O igual exagero y sólo pensé “guay”. Lo importante es que el juego apareció y aquí tenéis el análisis.

El hecho de que el juego sea el hijo de una novela es más importante de lo que pueda parecer, porque se hace notar a lo largo de sus 8-9 horas de juego. En ellas acompañaremos a Artyom en su periplo por el metro de un Moscú devastado por la guerra nuclear. La lástima es que sólo le veremos hablar durante los tiempos de carga, en los que nos relata lo que está por vivir y sus reflexiones sobre lo pasado

En este metro la gente (lo poco que queda de la humanidad) se ha visto confinada un último refugio tras la devastación producida por las bombas atómicas, y está rodeada por todos lados de mutantes y demás calaña post-apocalíptica que tiene pocas ganas de compartir espacio con ellos. Eso sin contar con las trifulcas entre estaciones, habiéndose convertido cada una de ellas en algo similar a una ciudad-estado.

Atractivo, ¿verdad? A lo largo del libro acompañamos al protagonista por una variadísima (y no lo parece, sólo estando el metro) cantidad de lugares y situaciones, viviendo como éste crece e interacciona con el mundo a su alrededor. Con esto en mente, y cuando vi las primeras capturas del juego (en primera persona), supuse que hablaríamos de un juego de rol tipo Fallout 3, cuando realmente es un juego de tiros FPS, peculiar y con una ambientación maravillosa, pero FPS al fin y al cabo.

Quizá ése sea uno de los problemas del juego: genera expectativas. Para los que hemos leído el libro, probablemente sea imposible complacernos, y para los que no, quedará la pregunta si el estilo elegido para el juego es el mejor de los posibles, teniendo en cuenta la de posibilidades que puede darnos la ambientación. En todo caso, eso no lo convierte ni mucho menos en un mal juego, con una serie importante de aciertos frente a una pequeña lista de cosas en las que falla.

Lógicamente el apartado gráfico es un acierto. Potentísimo. En una XBOX luce a la perfección, sin problemas de carga de texturas, con buena iluminación y escenarios bien detallados y construidos. Por poner un ejemplo, las estaciones destacan por los múltiples detalles, como postales pegadas en las paredes, adornos o pintadas. Sin embargo, las animaciones faciales podrían mejorar y en general los rostros no están a la altura del resto. Parece que en PC esto se solventa y los gráficos son mucho más potentes, pero requiere una máquina que sea capaz de dárnoslo.

Los efectos de sonido son otro logro. Resulta increíble la cantidad de cosas que uno puede oír mientras marcha por el metro, por no hablar de las pocas radios en las que la gente escucha música, los carros o la diferencia al disparar las distintas armas. Enteramente doblado al español, el juego nos permite una de esas cosas pequeñas que yo adoro: jugar con las voces originales, en ruso. Esto nos mete en el ambiente de manera brutal, pero tiene un inconveniente importante: hay conversaciones secundarias (las de otros entre sí cuando pasamos cerca) que no están subtituladas. A menos que habléis ruso, será difícil que las entendáis, y también sirven para enterarnos de qué va la cosa en los túneles.

Como decía, el juego es un FPS, pero un FPS particular. Para empezar, no se le da especial importancia a la acción, sino a la narración. Esto quiere decir que hay muchas secuencias hechas con scripts en las que no podremos determinar lo que nos va a pasar, sino que ya está decidido. En general no desluce, aunque a veces puede ser un poco frustrante.

Esto no quita que haya momentos vertiginosos con muchos enemigos en pantalla y donde se pondrá a prueba nuestra pericia, pero serán los de menos. Además, no se espera que busquemos la confrontación, porque el metro está plagado de cosas y gentes ávidas de darnos para el pelo, siendo cualquier enemigo un candidato en potencia a matarnos si no hacemos las cosas bien. Por tanto, con una dificultad un poco más elevada de lo normal a la hora de tratar con los bichos, y unas armas que no son todo lo buenas que deberían (lógico, siendo muchas caseras y otras teniendo la tira de años), muchas veces tendremos que optar por el sigilo o morir una y otra vez. Esto nos transmite una sensación de indefensión y opresión importante, tal y como debe sentirse Artyom en nuestro lugar.

Más allá de eso, hay un sistema de sigilo implementado, con un indicador en la muñeca que nos informa de lo visibles que somos, y un sistema de localización de daños que hará que matemos de un tiro o cuchillazo a casi todo lo que apuntemos a la cabeza. Si no fuera por esto, la vida sería complicada en Moscú. Otro de los aciertos es el que casi no haya interfaz, limitándose a indicarnos las balas que nos quedan o los filtros de la máscara anti-gas. Pero para saber cómo de rellenos están esos filtros habrá que mirar el reloj de muñeca y escuchar a Artyom respirar, o para saber nuestra siguiente misión podremos consultarlo en un diario que tendremos que mirar ingame.

Finalmente nos queda un pequeño componente de rol, pero muy pequeño, en la toma de algunas decisiones morales (indicadas con el oscurecimiento o aclarado momentáneo de la pantalla) y el comercio con balas de gran calidad (moneda del metro), que pueden ser cambiadas por munición o por armas y botiquines (que aceleran la curación, si no teniendo que esperar a dejar de ser atacados para regenerar la salud). Más allá de eso, apenas hay oportunidad de interactuar con la gente de las estaciones, no hay opciones de diálogo ni casi misiones secundarias. Con toda la gente que veremos en ellas, tocando la guitarra, comerciando o criando cerdos, no podremos hacer más que seguir un camino, sin tener la oportunidad de tratar ni con la décima parte. Esto hace que, aunque parezcan vivas, las estaciones no lo estén tanto.

A la hora de la verdad nos queda un FPS en la media, pero con gran variedad de situaciones (a destacar misiones en las que seguimos a un personaje y no pegamos un solo tiro, la biblioteca o las partes en las que Artyom experimenta visiones) . La lástima es que prometía algo más, quizá sin darse cuenta. Es difícil de entender que teniendo una ambientación tan viva no pueda interactuarse más con ella. Quizá para la secuela… (el libro ya tiene)

Lo mejor: Ambientación. La trama y los dos posibles finales. Variedad de situaciones por capítulo.

Lo peor: Muy poca interacción con otros personajes. Regulero como FPS.

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