Análisis: Metal Gear Rising: Revengeance

Análisis: Metal Gear Rising: Revengeance 2

Que tengo una cruzada personal contra Hideo Kojima creo que es algo que ya sabe todo el mundo. Que me gusta poco o muy poco “lo japo” en los videojuegos, creo que también. Y además he dicho por ahí que lo último a lo que jugué de Platinum Games (Vanquish) me produjo epilepsia.  Y sin embargo, con todo en su contra y en un poderoso ejercicio de manoletismo (¿si no sé torear, pa qué me meto?) me ha dado por jugar a Metal Gear Rising: Revengeance.

Mi interés no ha conseguido captarlo la demo, que daba un poco de vergüencica, sino más bien el mero hecho de tener varios juegos de PSN+ (qué maravilla de servicio) que no había tocado así que me dije: “¿por qué no juegas a ESTO y aprovechas para darle otro palito a Kojima aunque él no sea el desarrollador?” DICHO Y HECHO, amigos.Lo sorprendente es que, con todo lo que tenía en contra, ha conseguido gustarme. No gustarme en plan tatuarme un dibujo en plan pequeño pony de alguno de sus enemigos finales o gustarme en plan perdonar a Kojima por todo lo malo que ha hecho (que es mucho), pero sí gustarme como para terminarme el juego sin torcer demasiado el gesto.

El título, como todo lo que facturan en Platinum Games, es un canto a la nostalgia y puro oldschool. El 99% de su peso está en una jugabilidad muy bien depurada, con un control del personaje que cuesta un poco dominar pero que se convierte en muy fluido en cuanto le dedicamos un rato y practicamos las técnicas de defensa y de corte.

Precisamente el mayor acierto está en el bloqueo: el juego prescinde del típico botón para bloquear ataques (que facilitaría mucho la acción) y nos obliga a simultanear un ataque con otro del enemigo para poder contrarrestarlo. Y si lo hacemos con precisión, normalmente nos permitirá un contraataque que nos deja luego liquidarlo a cortes.El otro pilar de la jugabilidad son los susodichos: podemos (y debemos) llevarnos manos y piernas por delante, y la forma más sencilla de curarnos será ir partiendo por la mitad a todo lo que encontramos y quedarnos con sus células de energía, algo que sólo podemos hacer apuntando bien con la espada en el golpe final que demos. Todo pensado para generar una dinámica de matanza perpetua: debemos luchar para poder seguir luchando, asesinar para recuperar la energía y seguir destrozando todo lo que encontremos a nuestro paso. Evidentemente hay un mensaje implícito ahí, aparte de unos cuantos vídeos por si no lo habías pillado.

A destacar también los enfrentamientos contra enemigos finales: ponen a prueba (especialmente en los niveles más altos de dificultad) nuestra habilidad bloqueando, nuestra paciencia y nuestra capacidad. Varias de las peleas son muy espectaculares y todas se hacen entretenidas y desafiantes. No sé qué mano habrá tenido Kojima en el diseño, pero encajan perfectamente en su mundo interior con sus discursitos cursis, sus traumas y sus habilidades especiales. Por cierto, por el bien de mi salud mental quiero pensar que el enemigo final del juego (que es bastante ridículo) es una especie de parodia del enemigo final de Metal Gear Solid 2 (que era más ridículo aún, por cierto). Relación tienen.

Hablando de rídiculos: Metal Gear Rising – Revengeance es hortera a más no poder. Lo da a entender ya con su larguísimo título, y en los diseños de sus personajes no hay uno solo que escape de la espiral bizarra (y sí, sé que según la RAE bizarro es valiente, y sí, me la suda) que envuelve a los últimos Metal Gear Solid (al 3 lo perdono, ojo). Escapan los escenarios de esta locura hortera, pero no por ser bonicos, sino por lo vacíos y desangelados que están.

Y sin embargo, aquí no molesta. No molesta porque el aire del título es tan macarra, huele tanto a sala de recreativos de finales de los 80, que un aire más serio le haría daño. La obra de Platinum Games es grandiosa en su desmesura, en la flipadura de sus escenas y lo idiota de sus diálogos. Desprende el aroma de un Broforce o de Expendables: es necio pero naíf, tiene pelos en la espalda y suda Brumel. ¿Cómo no ser cómplices como jugadores cuando podemos destrozar casi todo el escenario y personajes a sablazos mientras suena un solo de guitarra de Logan Mader (ex Machine Head)? ESTÁ PROHIBIDO JUGAR RECIÉN DUCHADO.

Quizá ahí esté el mayor encanto de Metal Gear Rising: Revengeance. Es capaz de tirar a la basura la petulancia de Hideo Kojima y hacer un juego divertido con ella, sin vídeos interminables de filosofía de primero de EGB para luego mostrarte a un tío parando un barco con la espalda. Su historia es ridícula y chabacana, pero la acabas apreciando como harías con la de cualquier película de acción de los 80. Sus premisas son idiotas, pero tremendamente divertidas. ¡Y al final acaba durando lo mismo (o más) que un Metal Gear Solid al uso, pero sin incordiar con vídeos interminables que sólo pretenden demostrar lo listo que es su creador!

Así que ahí lo tenéis: un dignísimo hack & slash con una mecánica divertida de bloqueo, con partes de desenfreno y buenos enemigos finales. No está entre los mejores en su género y dura lo justito (5-6 horas), pero tiene una honestidad que muchas veces se hace difícil de encontrar. Me fascina la capacidad que tienen en Platinum Games para coger cualquier cosa y contarla con ese lenguaje propio tan desmesurado y macarra. Su mirada sobre la obra de Kojima es necesaria, un descanso para la escalada pretenciosa y la huida hacia adelante del autor japonés. Porque ellos entendieron hace tiempo que si no tienes una narrativa buena de verdad, esto se trata de divertirse y de jugar, y todo lo que tocan acaba funcionando a la perfección gracias a su compromiso con la jugabilidad.

Ojalá otros se dieran cuenta.

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