Análisis: Mediterranea Inferno

Análisis: Mediterranea Inferno 2
Fecha de lanzamiento
24 agosto, 2023
ESTUDIO
Eyeguys, Lorenzo Redaelli
EDITOR
Santa Ragione
PLATAFORMAS
PC, Mac

Aunque no lo parezca han pasado ya tres años de ese confinamiento inicial con la pandemia de la COVID-19. A veces me da la sensación de que haya sido muchísimo más tiempo, y otras la contraria, de que ese encierro (y posteriores minisimulacros) ha sido algo reciente de lo que aún tenemos que recuperarnos. Sólo el tiempo lo dirá, pero de momento algo tan generacional y que ha supuesto una brecha tan abrupta en las vidas de tanta gente apenas ha encontrado correspondencia en la producción artística, más allá de alguna escasa novela las mascarillas han desaparecido a todo correr, nadie quiere recordar un momento así. En ese brete se anunció hace unos meses Mediterranea Inferno y en esta web lo recibimos como un mazazo: una historia de escapismo veraniego con la post-pandemia de fondo, de amigos que se reencuentran tras años de aislamiento y del burbujeo emocional que hay entre ellos. ¿Cómo no prestarle atención?

La obra de Lorenzo Redaelli, que debutó con un interesantísimo Milky Way Prince – The Vampire Star, es un cóctel absurdo de drogas, sexo, violencia, esperanzas y sueños rotos, camaradería, envidias, traición y alienación, todo en una clave generacional que se adhiere como una garrapata al cuello gestáltico de la Generación Z. Un tratado zoomer sobre lo vivido en la pandemia que se abraza al surrealismo, a la desmesura hiperestésica y pretende volcarnos sin ningún tipo de filtro el sentir de Lorenzo y los suyos. Y es sorprendente que haya conseguido resonar tanto conmigo, que califico ya como anciano para toda esta gente, aunque supongo que es por la cantidad de vivencias comunes y destrozos generales que uno acaba encontrando en los que vienen después si está dispuesto a no pontificar sobre su mundo. Pero hablemos mejor de lo que tenemos delante.

Claudio, Andrea y Mida son tres veinteañeros que llevan sin verse desde febrero de 2020. Hasta entonces fueron inseparables, una suerte de dioses juveniles de la escena milanesa a los que llamaban I Ragazzi del Sole, los Chicos del Sol. Desaparecidos de la vida de los otros, sin saber todavía muy bien por qué, es la invitación de un verano de reencuentro la que vuelve a unirles: irán a la casa de veraneo del abuelo de Claudio. Y ya desde el principio, en una primera escena con él, entenderemos que este no va a ser un verano normal y que lo que en principio serían unos días de estío en Puglia se convertirá en otra cosa mucho más profunda, pero también por ello más oscura.

Claudio es el primer elegido para experimentar las frutas del Espejismo (Miraggio en italiano) que deben ser peladas para poder ser consumidas, aún de camino a la casa de su abuelo. Comernos una nos proporcionará un viaje único, un paseo simbólico por la consciencia que empezará a mostrarnos los anhelos de los chicos, sus deseos, sus miedos y todo lo terrible que habita en ellos. Hecho este primer viaje con Claudio se nos explicará que sólo uno de ellos podrá “ascender al Cielo” a base de consumir esta fruta, ganarnos ese verano eterno con el que siempre hemos soñado. Tenemos un como límite la víspera de Ferragosto, dentro de tres días y, grosso modo, cada uno de nuestros chicos del sol busca una cosa: identidad, poder o integración.

A partir de aquí es muy sencillo: cada mañana y cada noche de los tres días restantes tendremos varias opciones, varios planes, y el que elijamos permitirá consumir la fruta a uno o varios de los protagonistas. Para ello tendremos que pagarla con “monedas del verano”, que se nos dan según vayamos acumulando experiencias. Pero claro, siempre habrá quien quede de lado. Siempre quien acumule algo de inquina por no haberse salido con la suya. Y llegada la víspera, habrá un “ganador”: aquél que haya experimentado cuatro Espejismos. Cada uno de ellos es una muestra elegantísima de cómo se puede utilizar el surrealismo para hablarnos de las emociones de cada protagonista; del ansia de Andrea por conectar con otros y fundirse en la multitud usando el sexo como excusa, de la necesidad de Mida por recuperar el poder sobre su vida y cortar con todo lo que es malo para él, de cómo la nostalgia es un veneno y quizá la única salvación para un Claudio perdido para siempre.

Mediterranea Inferno tiene una profundidad abisal en cuanto a los temas que quiere tratar. Mientras lo jugaba recuerdo comentar con Juanma Moreno (que lo presentó en esta web) que me parecía como si estuviera leyendo a un Bret Easton Ellis zoomer. Bueno, mis palabras exactas fueron “esto es como si alguien hubiera molido Los Destrozos, lo hubiera cortado con cocaína y se lo hubiera esnifado entero”.  Mi mente millennial probablemente yerra aquí y en vez de farlopa sea popper y MDMA, no lo sé. Pero la comparación surge porque aquí hay muchísimos ecos: la juventud que parece indestructible y eterna, el sexo y el consumo de cuerpos como búsqueda ansiosa de afecto y el perpetuo estado de abandono y despersonalización, la anhedonia que inspira a buscar algo, lo que sea, con tal de sentir. Todo pasado por un filtro aún más queer que el del autor de Menos que cero y atravesado por la pandemia y cómo cambió la vida a quien estaba empezando a vivirla. La tragedia está en que los tres protagonistas tienen la intuición de lo que necesitan y quizá sepan qué no les lleve a tenerlo, empantanados en el mismo error fatal que hacer que todo se mueva en círculos. Es sorprendente la lucidez del retrato, lo acertado de la radiografía y que te golpee con tanta fuerza siendo una obra que en absoluto está dirigida a nadie mayor de esa mitad de la veintena sagrada que cuando uno la vive parece que nunca acabará.

Lorenzo Redaelli ha escrito una obra fabulosa, una novela visual que si él quisiera podría haber sido una novela, pero que gana muchísimo más en su actual formato, que le permite jugar con un diseño visual para volverse locos y con una música que es el puro retumbar de las almas de los protagonistas. Resulta fascinante ver cómo ha conseguido sublimar también gran parte de la italianeidad en ella, ver cómo la ha rellenado de imaginería católica, de tradicionalismo, de la obsesión por el sol y el amor a la moda que asociamos a su nación. Le sobra el tiempo incluso para hacer un análisis del espíritu de lo italiano, de la nostalgia, el eterno retorno a una edad dorada que nunca existió y que sin duda es mejor que la perspectiva de futuro que dejan el melonismo y el quiebro del sueño europeo en pleno 2023.

Al final en Mediterranea Inferno también hay algo de metajuego, de pequeña trampita que nos hace siendo consciente de que la hace y de lección final una vez conseguimos salirnos del bucle de violencia y venganza en el que nos vamos a sumir: un ajuste de cuentas con los que vinieron antes y se creen los protagonistas, una posibilidad verdadera de, por fin, serlo ellos mismos. Me ha emocionado ese “verdadero final” tanto como me dolía lo que me encontraba hasta llegar a él. Y supongo que tiene razón. Hay que cederle el protagonismo a los que vienen, pero que ellos no se olviden de que serán los siguientes.

RECOMENDADO
Mediterranea Inferno es un videojuego generacional, y tiene todos los visos para quedar en el recuerdo como aquel verano interminable tras la pandemia. Es difícil encontrar algo que narre con tanta profunidad el sentir de tanta gente.
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