Análisis: Kiai Resonance

Análisis: Kiai Resonance 2

El viento agita las ropas de los dos contendientes. Se pasea, susurrante, cargando el aroma de las flores de cerezo, que se extravían en la distancia. El agua de la pequeña laguna les llega por los tobillos, con una calidez inusual. Sería una postal maravillosa, con su monte con nieves perpetuas que se funden hasta infiltrarse en las rocas, los árboles fragantes y los pájaros que cantan cada mañana. Pero es una escena previa a la muerte, una bonita despedida para uno de los dos. Hoy, con un solo golpe, el perdedor teñirá de rojo las aguas y el ganador recuperará su honor.Así podría empezar cualquiera de los combates de Kiai Resonance, el título que Absorb Reality ha diseñado para, quizás, devolverme la posibilidad que no tuve de pequeño de jugar a Bushido Blade. Un videojuego de lucha muy sencillo, minimalista. Tenemos que matar al otro con nuestra espada, y como en la vida real, con un solo tajo bastará. Para ello tendremos que evitar que nos maten antes y recurrir a las técnicas que nuestro espadachín dominará. Un solo golpe, y nada más.La vida vale pocoKiai Resonance es profundamente minimalista, y evidentemente tiene que ver, por un lado con su diseño,  pero por el otro, con sus lógicas limitaciones técnicas. Hablamos de un videojuego que puede adquirirse ahora mismo por 4,99$, que a pesar de lo sangriento de su objetivo es inocente porque no puede tener una ambición desmesurada. Y con eso en mente hay que valorarlo.¿Por qué suelto toda esta retahíla? Porque me parecería injusto valorar a Kiai Resonance como si fuera un título de mayor presupuesto, básicamente. El juego, tal y como está, tiene tres escenarios y dos únicos diseños para los luchadores, además de estar limitado en la música y los efectos sonoros. Y sin embargo, funciona muy bien. Consigue que todos estos elementos combinen bien, con ese estilo tan de grabado de Hokusai. La mezcla es capaz de trasladarnos al escenario en el que los dos samuráis disputan sus vidas, metiéndonos de lleno en la acción.Esta sencillez se dibuja también en los controles del juego. Nos podemos mover de un lado a otro, correr hacia nuestro adversario o esquivar dando un pequeño salto hacia atrás. Además, podemos elegir entre tres posturas de combate (alta, normal y baja), siendo cada una de ellas la adecuada para contrarrestar a otra de nuestro rival. Parece sencillo, pero con estas tres cositas se pueden lograr muchas combinaciones.Morir o matarEsta pequeña estrategia puede alargar un poco los combates, en lo que nos vamos alejando del contrario (o acercando para provocarlo), eligiendo qué estilo utilizar para enfrentarnos a él y cambiando si vemos que nos lo va a contrarrestar. Pero tampoco hay que engañarse: los duelos serán rápidos, fugaces. Puede que nuestras espadas choquen si nuestro rival (o nosotros) se cubre bien, pero en muy pocos movimientos uno de los dos va a acabar muerto, su sangre salpicando la pantalla y el ganador guardando su katana con tranquila ceremonia.

Y aunque la realidad es terriblemente injusta, aquí será brutalmente sincera. Ganará el que mejor estrategia use y el que no se precipite, no el que machaque botones sin ton ni son. Delimitado el número de rondas, el que antes llegue a esas victorias habrá pulverizado al otro.Así es Kiai Resonance y eso es lo que tiene que ofrecer.

Es un juego honesto y muy simple, pero con una buena idea que se cumple a la perfección. El ritmo de los combates hace que sean muy divertidos, y permite que nos enfrentemos también a un adversario humano en modo local o multijugador, haciendo que surjan momentos que a buen seguro acabarán con algunas amistades. Su mecánica, además, no es nada tramposa: un golpe bien ejecutado gana a otro mal dado, y las animaciones son lo suficientemente fluidas como para que no haya problemas de muertes por ellas.

Complementará a todo esto un modo con unos cuantos desafíos (a mí me encantó el de contraataques) y la posibilidad que todos esperábamos de lanzar a los dos rivales en carrera (modo “rush”), uno contra el otro, y que uno de ellos acabe desangrándose, como en cliché samurái.

Teniendo una mentalidad algo zen y sabiendo lo que exigirle (y no se le pueden exigir veinte escenarios y una terna de quince combatientes), acaba por convertirse en una experiencia muy disfrutable, devolviéndole el valor real a la vida: efímera y frágil cuando se enfrenta al acero.Web de Kiai Resonance

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