Análisis: Football Drama

Análisis: Football Drama 6

Football Drama

Análisis: Football Drama 2
Fecha de lanzamiento
18 septiembre, 2019
ESTUDIO
Open Lab Games & Demigiant
EDITOR
Open Lab Games
PLATAFORMAS
PC, Mac, iOs, Android, Linux

El fútbol es el deporte más popular del planeta. Y, probablemente, también el más impopular. Vemos en él una sublimación de los peores vicios del capitalismo, y en nada ayuda que las casas de apuestas se hayan metido como aves de rapiña hasta el centro del área y estén esperando a rematar para hundirle la vida a cada vez más gente. Quizá por eso haya surgido un movimiento, que ya tiene muchos años, de reivindicación del fútbol de antes del negocio tan masivo, de una vuelta a los campos de barro y la ingenuidad. En España esto ha tomado forma en grupos y expresiones como “odio eterno al fútbol moderno”, y no me cabe duda de que habrá arraigado de manera similar en otros países. Football Drama, en cierta medida, es heredero de esta idea romántica del fútbol que era fútbol solamente.

O, para ser más precisos, en la coctelera que es el videojuego de Open Lab Games y Demigiant, está ese poso nostálgico introducido; pero también la ola de escritores, poetas e intensos del fútbol. Explica uno de sus creadores, Pietro Polsinelli, en este magnífico vídeo, que todo comenzó cuando descubrió la fabulosa literatura que hay sobre fútbol (Galeano, Juan Villoro, Nick Hornby…); que fue eso lo que le empujó a acercarse al drama, al fasto y a todo lo que no es fútbol pero también es fútbol. Así que, por si quieren terminar de imaginarse Football Drama bien, podríamos decir que es el juego de fútbol que hubiera hecho Jorge Valdano: un personaje casi caricaturesco, al que no entendemos demasiado bien, pero de tremendo valor lírico.

En este pastiche encarnamos a Rocco Galliano, un entrenador francés que es una especie de cruce entre un Bukowski en horas bajas y el entrenador-poeta-guerrero que deben sentirse algunos de los mánagers de alto nivel. Este aterrizaje en la piel de Rocco no es nada suave: nos precipitamos de golpe y desentrañaremos su historia personal a medida que avancemos. ¿Qué sabemos desde el principio? Que está, probablemente, ante su última oportunidad. Ha fichado como entrenador del Calchester Assembled, uno de los equipos que juega la Thiefa League (notan el notillo, ¿verdad?), del que es propietario un extravagante magnate ruso que nada tiene que ver con Roman Abramovich, extravagante magnate ruso dueño del Chelsea. Y, aunque más o menos podemos elegir a qué aspirar en una de las primeras conversaciones, tras cada partido pueden cortarnos la cabeza si encadenamos derrotas o somos maleducados con el propietario.

Para colmo hay un lío de faldas de por medio con la mujer del ruso tarado como potencial a explotar, aunque a mí no me encajaba demasiado bien. La figura de Rocco es la del cincuentón triste y fracasado, no la del mujeriego. Pero ahí está si queremos perseguir esa relación, aunque, por suerte, no es obligatorio. Así que, primera sorpresa: esto es un videojuego de fútbol que en cierta medida es una novela visual en la que vamos decidiendo la respuesta de Rocco ante eventos que fluctúan entre ensoñaciones, consultas al I-Ching o peleas con la prensa. ¿He mencionado ya a Valdano?

La otra pata jugable de Football Drama son sus partidos. Simulaciones en las que entran en juego una miríada de atributos del equipo (ataque, centro del campo, defensa, condición física, capacidad dominadora…) sumados al karma y kaos de nuestro entrenador, que varía según las conversaciones y las tácticas elegidas

Durante los partidos, en la fase de defensa iremos eligiendo entre marcar o entrar con fuerza y en la de posesión entre sobar el balón o arriesgar. Parece sencillo, pero se hace algo complicado de entender cuando se suma el cansancio de los jugadores, que nos puede impedir usar las órdenes que impliquen riesgo. Y, además, tendremos cartas. Una plétora de ideas y homenajes que van desde formaciones tácticas hasta poner balones a la olla o el famoso tiki-taka. Para que nos sintamos un poco como el entrenador, no se aplican inmediatamente, sino que ladramos las instrucciones y los jugadores pueden hacer caso… o no.

En global es un sistema complejo y que puede costar un poco dominar, y al final, la excusa para que no pueda haber discusión sobre si Football Drama era un videojuego o no. La combinación en distintas fases es curiosa, con las partes de diálogos desenrollando una trama de corrupción que es un ataque directo al odiado fútbol moderno, pero creo que con la suma pasa lo mismo que con la nostalgia del fútbol que creímos vivir: es nebulosa, es una entelequia. El fútbol siempre fue un negocio, ya con Di Stefano o Kubala. Era otro negocio, sin duda, pero ya estaba infectado por el dinero. Y en nuestra cabeza funciona bien la nostalgia, la imagen de lo que fue una vez. ¿Cómo no ser románticos, no soñar con ese fútbol más puro? Luego nos damos con la realidad, y Football Drama lo hace también.

Porque como homenaje y crítica es una maravilla, pero sus sistemas no terminan de integrarse. A veces se nos repiten diálogos y situaciones, especialmente hacia el final; y lo mismo pasa con los partidos: da la sensación de que dura un poco más de lo que debería, de que enfilando los últimos encuentros ya estamos algo hastiados de tirar cartas y arriesgar con el balón.

“El fútbol es el primer deporte del mundo, es el deporte más atractivo para todos los continentes. Si yo tuviera que decir por qué sucede eso, es porque no siempre ganan los poderosos.” – Marcelo Bielsa

Podría parecer que esto es una crítica negativa del juego, pero no quiero que se interprete así. Football Manager es un experimento interesante, un pastiche fascinante con un envoltorio precioso. El jazz suavecito que acompaña todo el juego, el onirismo con el que trata de engullir al jugador y el sentido del humor autoconsciente que trae son de celebrar. Como las ilustraciones de Daniele Giardini, que dan toda una profunda personalidad y autenticidad al conjunto. Creo que es necesario que videojuegos así existan, aunque no terminen de funcionar a la perfección. Y también creo que cualquier fan del deporte al que venera puede disfrutar su plétora de referencias, guiños y protestas.

Sólo que, como con Jorge Valdano, hay que ir con cuidado. Porque bajo el armazón lírico sin duda hay una esencia y un contenido, pero quizá no sea el prometido.

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