Análisis: Black Mesa

Análisis: Black Mesa 6

Half-Life está de vuelta.

Hay cierto componente poético en que el juego del que han salido más MODs comerciales sea transformado en un MOD propio. Black Mesa supone el cierre definitivo de Half-Life como herramienta definitiva de creación de videojuegos, y sirve tanto de homenaje como de estocada final a todas las mecánicas creadas por Valve para poner patas arriba el encorsetado mundo del FPS.

A estas alturas de la película imagino que todos estaremos familiarizados con la historia de Black Mesa, el Complejo Lambda, G-Man y demás parafernalia creada por Marc Laidlaw, por lo que me van a permitir saltarme el argumento. Sólo comentar que antes de empezar a jugar debéis saber que Black Mesa no está completo al 100%, y que la parte Xen final la han dejado para más adelante sin fecha definida. Centrémonos pues en el resultado de este interminable proceso de lavado de cara, y es que mis recuerdos de Half-Life se basan únicamente en sensaciones, por lo que no podría deciros si los escenarios han sido muy modificados o calcados al dedillo y moldeados con manos de artista renacentista. Lo que puedo aseguraros es que las sensaciones son las mismas. Con lo bueno y lo malo que conlleva esa afirmación.

 

El tiempo que tardas en olvidar que estás jugando a un remake es el tiempo que tardas en coger tu palanca, y el tiempo que tardas en acordarte, es el tiempo que permaneces con sólo una palanca en tu inventario. En la dinámica de videojuego actual resulta prácticamente impensable dejar al jugador con únicamente un arma de corto alcance durante más de cinco minutos, por lo que uno se siente raro deambulando por unas instalaciones que no muestran ninguna indicación de por donde debes ir y sin ningún tipo de objetivo por delante, que no sea otro que escapar y armado, únicamente, con una triste palanca. Afortunadamente esta sensación desaparece cuando te olvidas de todas las normas actuales y entras en la propuesta del juego. No hay pantalla de objetivos, no hay flecha que indique el camino ni pistas para los puzles que tendrás que resolver. Toda la información deberás sacarla del contexto en el que te estás moviendo y gracias a eso se explica la importancia de crear un escenario que, muchas veces, acaba llevándote a una sucesión de puertas cerradas y laberintos sin salida.

Por lo demás todo sigue ahí, lo bueno mejorado, y lo malo igual. El nuevo motor de iluminación da un aspecto menos sombrío a las instalaciones de Black Mesa, y ofrece un aspecto más compacto con respecto a los escenarios exteriores. Estos por su parte han ganado en espectacularidad gracias a la mayor distancia de visión, manteniéndose la sensación constante de estar envuelto en algo mucho más grande que lo que nosotros podemos observar. Esto también ayuda a mantener el “racord” con Half-Life 2, puesto que el aspecto de los enemigos, objetos y científicos recupera la línea de éste. Lo malo sigue estando en todo lo relacionado con los momentos de plataformas y el inexacto sistema de control basado en un salto “normal” y otro más potente, o destinado a utilizarse cuando hay que colarse por una ventana o subirse a algún elemento. Sin embargo todo esto queda sepultado ante el gran juego que es Half-Life.

 

Hasta este segundo acercamiento no me había percatado del perfecto tratamiento que recibe “la amenaza” en Half-Life. La comprensión de los sucesos basada en una lenta escalada de hostilidad por parte, tanto de la amenaza alienígena como del ejército que pretende eliminar toda prueba del “suceso”, es sencillamente perfecta. Sobre todo teniendo en cuenta que no existe ni una sóla cinemática y los diálogos son puntuales. Por otra parte estamos ante el mejor ejemplo que recuerdo entre la mezcla de escenarios interiores y exteriores y el uso de ambos. Normalmente estamos acostumbrados a que los títulos vayan guardando sus cartas en lo que a escenarios se refiere, por lo que van mostrando poco a poco lo que pueden dar de sí para acabar con la gran traca final. Aquí también hay momento para eso, pero interiores y exteriores se intercalan siempre en el momento oportuno aportando cada uno sus propias mecánicas de juegos. Pocos títulos pueden presumir de defenderse a la perfección en la distancia corta, a oscuras y con una linterna, que luchando contra un helicóptero lanzamisiles en mano.

Todo lo que ocurre es por culpa de Windows.

Black Mesa es, en definitiva, todo lo que se esperaba que fuese Black Mesa. Lo cual me parece el mejor de los halagos posible. No existe ninguna sorpresa, todo funciona correctamente* y consigue que los que teníamos olvidadas las sensaciones de Half-Life, las recuperemos sin ningún tipo de filtro. Black Mesa nos permite volver a jugar a uno de los mejores títulos de la historia sin todo lo malo que tiene el enfrentarse a un juego de once años de antigüedad, lo que lo convierte en uno de los lanzamientos imprescindibles de este 2012.

 

 

* Tuve un pequeño problema en algunos niveles, donde en ciertos momentos se me colgaba al encender la linterna.

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