AbzûCrítica
Odio cuando alguien me pregunta cuál es mi juego favorito. Como con cualquier arte, tienes momentos en los que te gusta más una obra u otra, dependiendo del momento de tu vida que estés viviendo. Hace años que no hablo de un favorito, sino de obras que me han marcado. Por un motivo u otro, son obras que encontré en un momento oportuno, me hicieron tomar perspectiva, me tocaron a un nivel tan profundo que empezaron a ser parte de mí y en definitiva, no puedo desasociarlos de mi propia experiencia vital.
Si les cuento esto, es porque Journey, la obra maestra de 2012 me marcó a un nivel tan profundo que aún a día de hoy sigo recorriendo ese vasto desierto con el corazón en un puño y cobrando una perspectiva diferente de esa experiencia con cada travesía. Y es que el juego de la ThatGameCompany de Jenova Chen es una piedra angular no sólo del videojuego sino del arte contemporáneo.
Y aunque el juego del que hoy vengo a hablar no es obra del señor Chen, sí que tiene mucho en común por ser la ópera prima como director de Matt Nava (responsable del arte de Flower y Journey) y su nuevo estudio: Giant Squid. Y si Journey les emocionó, aunque sea una pequeña fracción de lo que me emocionó a mí, seguro que cuando vieron las primeras imágenes y trailers del juego sintieron una ansiedad superior a cualquier Hype.
De hecho, durante la promoción, Matt Nava y 505 Games, la editora detrás de Abzû, estuvieron recalcando una y otra vez la relación con la obra maestra de ThatGameCompany. Centrándose en mostrar una versión alternativa de Journey en la que en lugar de atravesar un onírico desierto, explorásemos las profundidades marinas contemplando un mundo colorido y lleno de vida.
En consecuencia, cuando uno termina las dos horas que dura Abzû se da cuenta que es la primera vez en mucho tiempo que una campaña de marketing no nos vende humo. Abzû es Journey bajo el agua. Bueno, para ser honestos, es una copia de Journey sin la magia del mismo. El título se afana tanto en ser comparado con Journey que adolece de una propia personalidad.
El gran problema de Matt Nava es que a pesar de haber logrado crear un mundo muy interesante y bonito, parece no entender por qué funcionó Journey. No era por el estilo visual. No era por poseer un gameplay mínimo y muy pulido. Ni tampoco por contar con la impresionante banda sonora de Austin Wintory. Todo eso está presente en Abzû, pero el estilo visual no impacta tanto tras la primera media hora, el gameplay se antoja algo limitado (me estoy obligando a no usar la palabra genérico) y la banda sonora de Wintory aunque cumple, no me ha puesto los pelos de punta en ningún momento.
Matt Nava no parece haber comprendido que lo que hace una obra maestra no son la maestría de sus partes, sino cómo estas se unen en una misma dirección, y en Abzû se palpa una carencia en este sentido. No me malinterpreten, tiene una historia, con un ritmo elaborado y en general está por encima de la media. Pero cuando te comparas con Journey e intentas hacerte un hueco como “el sucesor espiritual” tienes que estar a la altura de las circunstancias.
Abzû está lejos de ser un mal juego, pero se queda en lo superficial, por mucho que Nava se esfuerce por hacernos nadar hacia las profundidades. Su historia no es tan emocional como Giant Squid quieren hacernos ver. No sientes esa compenetración con nuestro avatar ni con aquellos seres que nos cruzamos por el mundo.
La fórmula se parece tanto a Journey que cualquier fan del juego verá automáticamente las conexiones, llegando a ser molesto que las mecánicas se referencien tanto que a veces parezca que realmente quieran que creamos que es una secuela.
Esa falta de dirección de la que hablaba antes se ve en muchos detalles. La idea de tener que meditar encima de unas estatuas (que además son coleccionables) y no cuando quiera el jugador. Tener que desbloquear los peces (una buena idea, pero quizás más propia de un juego educativo o un simulador más que de un viaje emocional) para conseguir saber más sobre ellos, o que los equivalentes a los glifos de Journey no nos aporten absolutamente nada a la jugabilidad.
Incluso la interfaz es un menú de pausa son unas letras sosas que muestran las opciones, donde en Journey pulieron tanto la experiencia que eliminaron cualquier interfaz de usuario o pantalla de carga que distrajese la atención de la experiencia.
Puede parecer con todo esto que le tengo manía al autor o que he detestado el juego y no. Ni lo uno ni lo otro. De hecho, no suelo personalizar la autoría en una persona sino en el estudio desarrollador, porque los videojuegos son un arte colaborativa. Pero la labor de promoción ha ido en la dirección de encumbrar a Matt Nava por encima de Giant Squid, por su labor en ThatGameCompany. A todas luces un error fatal. Ya que si has seguido esta campaña seguro que te acercaste a Abzû esperando recibir una experiencia que te tocase tan hondo como Journey. Pero eso no va a pasar. No al menos si te acercas bajo esa premisa.
Si olvidamos cualquier comparación estamos ante un buen juego, y entiendo que las críticas que esté recibiendo sean notables. Porque, aunque en todos los análisis publicados pueden notar la desilusión del crítico por no haber encontrado esa trascendencia en una obra a priori inspiradora, no podemos juzgar el título por lo que esperábamos de él, sino por lo que es, y Abzû es un gran juego. Uno que merece la pena que ustedes jueguen. Una experiencia relajante, en un mundo vibrante y colorido. Con una historia interesante y con algún momento que les podrá tocar la fibra sensible, sobre todo si se sumergen completamente en la trama. Yo personalmente, creo que todos aquellos que busquen algo diferente, una experiencia tranquila, lo disfrutarán. Es un juego que a todas luces parecía aspirar a ser una obra atemporal. Algo de lo que se hable durante muchos años. Abzû ha querido entrar en el Olimpo en el que habitan joyas como ICO, Shadow of the Colossus, Journey, Shenmue, Super Mario 64, MGS, Resident Evil 4, Limbo, Braid y tantos otros juegos que por un motivo u otro han alcanzado ese estatus en nuestra memoria sin entender realmente por qué esos juegos están ahí.
Sumérjanse en Abzû, relájense, disfruten nadando a lomos de un delfín, o buceando entre ballenas en un ballet subacuático. Disfrútenlo, porque esta experiencia sólo les acompañará durante unos días. Sus ecos no resonarán a través de los años. Un gran juego producto de su tiempo.