El asentamiento de la Realidad Virtual presenta muchas dificultades, entre ellas, que los jugadores se acostumbren a la nueva perspectiva que implican las gafas. Es común marearse en las primeras partidas y no es recomendable jugar durante mucho tiempo hasta que no tengamos cierta experiencia. Ocurre lo mismo con la gente que no está acostumbrada a videojuegos de ningún tipo, especialmente si prueban un FPS. Incluso la falta de hábito afecta a los que llevamos años en el hobby, cuando nos adentramos por primera vez en un género. Recuerdo que una de mis primeras incursiones en los shooters fue Killzone 2 y al principio era incapaz de pasarme la demo. De forma casi inconsciente, adquirimos una serie de habilidades que derivan en una capacidad innata para disfrutar de cualquier título que aparezca en nuestro monitor. Entonces, ¿qué ocurriría si un videojuego abandonase tus conocimientos lúdicos para exigirte en su lugar las competencias de tu propia vida personal?
En Emily is away de poco o nada sirve tu historial a los mandos de un pad. Su historia se divide en 5 capítulos, cada uno asociado a un año en la vida de los protagonistas. La línea temporal comienza en el último curso del instituto y termina al finalizar la universidad. A la hora de interpretar al personaje principal, olvidas cualquier otro videojuego y aplicas tu propia experiencia personal. ¿Cómo actuaba yo cuando era un mocoso de 17 años? ¿Cómo iba cambiando mi personalidad a medida que avanzaba en la universidad? ¿Qué hacía yo para llamar la atención de la chica que me gustaba? Los videojuegos ya no son ese medio de transporte hacia mundos de fantasía. Ahora son capaces de hablarnos de nosotros mismos. Como en esta historia entre dos adolescentes que, en su camino hacia la madurez, podrían haber sido mucho más que amigos.
La interfaz de Emily is away simula el programa Instant Messenger, una aplicación de mensajería instantánea muy popular a principios de la década pasada. Los gráficos tienen un aspecto pixelado, para conferir una ambientación retro. Una mirada al pasado que muestra cuanto ha llovido desde que el chat nació como una nueva forma de lenguaje. Este tipo de comunicación escrita aparece de una forma muy cuidada, representando todas sus particularidades: los coloquialismos, las abreviaciones, las faltas gramaticales, los errores tipográficos, etc. Además, la interacción se utiliza hábilmente para lograr una mayor inmersión. No solo tenemos que elegir las respuestas como en cualquier sistema de diálogos tradicional, también debemos pulsar una tecla por cada carácter que contenga la frase hasta escribirla al completo.
Aparte de trasladarnos a una época pasada, otra de las virtudes de Emily is away es hablarnos del paso del tiempo, a través de detalles sutiles. La evolución de los gustos se refleja en los avatares del Instant Messenger, mientras que la maduración de los personajes se observa en su forma de escribir, donde pasan a utilizar signos de puntuación y mayúsculas iniciales en los últimos años. La tensión romántica también se palpa en un lenguaje que se ha convertido en norma en nuestro día a día. Las dudas acerca de cuál es la mejor respuesta cuando estás hablando con tu crush, la espera ante el “Emily está escribiendo”, aprovechar las pausas del medio escrito para reescribir frases e intentar disimular los celos son actitudes que se adoptan cuando encarnamos al protagonista de esta aventura.
Sin embargo, ¿qué ocurre si de nuevo acudimos a nuestra experiencia personal para afrontar el juego? Por mucho que Emily is away sea un canto a la nostalgia, es inevitable contemplar su guion con unos ojos más adultos. Una mirada que ha pasado página respecto al primer desengaño amoroso en el instituto, que sabe que aquellos dilemas eran cosas de la edad y que ve a la “friendzone” y a “las mujeres prefieren a los chicos malos” como conceptos arcaicos. Es cierto que Emily is away es un videojuego de tomar decisiones. Pero la mecánica tiene como función sumergirte en su narrativa, hacerte creer que formas parte del guion en lugar de poder construir tu propia historia. El mensaje del autor, Kyle Seeley, es explícito y no se puede alterar al margen de cómo juegue el receptor.
Y no es cuestión de negar, en absoluto, la posibilidad de realizar lecturas dispares de un mismo videojuego. No obstante, afronté Emily is away después de probar One Night Stand, otra experiencia de diálogos y toma de decisiones, que constituye una buena bofetada hacia el romanticismo y nuestras ganas de conquistar a la princesa de la historia. Por tanto, decidí tratar a Emily como una amiga. No tuve reparos en decir que su grupo favorito me parecía una mierda, no sentí celos cuando un chico intentaba agasajarla y me alegré por ella cuando se echó novio al comenzar la universidad. Aun así, el juego siempre va a forzar los derroteros de la trama para ver a Emily como algo más que una amiga.
Las diferentes elecciones se ven salpicadas por mensajes demasiado tendenciosos. El juego presenta a nuestro protagonista como el Nice Guy que contempla a su amor de toda la vida salir con el chico malo. Lo que podemos leer a Emily acerca de su noviazgo es casi siempre negativo: discusiones y ejemplos sobre lo descuidado que es Brad hacia ella. Por supuesto, nosotros no somos más que un mocador para Emily, mientras seleccionamos respuestas que muestran el conflicto de la forma más maniquea posible. También es revelador que la única forma que ofrece el juego de tener una noche de fornicio con la amada, sea en su momento de mayor vulnerabilidad y con drogas de por medio. Emily is away orbita sobre una mentalidad bastante errónea acerca de la correspondencia en el amor y del consentimiento.
No sería un problema tan grave si la libertad de decisiones permitiese, de verdad, encarar la historia de una forma distinta. O, si al menos, se pudiese apreciar cierta autocrítica hacia el protagonista. La vista atrás hacia el pasado de Emily is away está cargada de una nostalgia inocente, glorificando todo lo ocurrido en lugar de sacar a relucir aquellos errores que nos han servido para aprender. Precisamente en eso consiste la madurez, un tema que también aborda el juego, pero de forma decepcionante.
Un enfoque más cuidado sobre la madurez y una historia que no cayese en tropos de los romances masculinos habrían convertido a Emily is away en una de las propuestas más interesantes de su año. En cualquier caso, no se pueden negar sus logros de transmitirnos la nostalgia y de evocar sensaciones muy personales mediante sus mecánicas. Una obra para aquellos que busquen una aventura más intimista sin importar lo ordinario de sus temas.