¿Qué? Kingdom Hearts
¿Quién? Tetsuya Nomura para Squaresoft cuando todavía se llamaba así y no se había juntado con Enix. De hecho, fue de sus últimos juegos antes de la fusión.
¿Cuándo? 2002 para PS2
¿Por qué? Además de su propio valor como juego, Kingdom Hearts fue, junto con Final Fantasy XII una de las últimas muestras de valentía por parte de Square. Tras Final Fantasy X, es otro de los pioneros en la historia de la compañía en incorporar voces a todos los personajes, y se aleja mucho de lo que se nos había ofrecido previamente, yéndose al género de los action-RPG que no estaba tan en boga por entonces. Esta valentía se ve también en la alianza que se toma con Disney, que podía haber echado para atrás a muchos de los jugadores más “hardcore”, pues el juego, aunque tiene su ambientación propia, se construye en base a muchas de las películas de la compañía.
Así, seguiremos la historia de Sora; que es separado de sus amigos Rikku y Kairi por una especie de cataclismo en el mundo en el que habitan. Nada más empezar, llama la atención el control en el juego. Manejaremos al protagonista en una perspectiva de tercera persona, con cámara alejada, pudiéndonos mover libremente por los escenarios. La dirección artística de estos es impecable, y se basa fundamentalmente en distintas películas. Por ejemplo, encontramos El País de Nunca Jamás de Peter Pan, el mundo de La Sirenita o incluso Halloween Town, de Pesadilla antes de Navidad. En algunos de estos sitios la jugabilidad es distinta (en uno nadaremos, en otro podemos volar, hacernos diminutos…) o cambia el aspecto de nuestros personajes (y enemigos) para adaptarse al ambiente, lo que le da un punto de frescura a cada mundo e invita irlos descubriendo para ver con qué sorpresas nos encontraremos.
Los combates son en tiempo real y contaremos con la ayuda de dos acompañantes (el pato Donald y Goofy), aunque en cada mundo podrá ayudarnos algún otro personaje de la factoría Disney (Aladdín, Tarzán…). Hay una pequeña posibilidad de elegir la “clase” (ataque, mago, defensa) del protagonista al principio, y con ella podremos especializarnos en distintos tipos de estrategias para combatir a los malos. De todas formas, viendo las especialidades de los acompañantes, da la sensación de que Sora está pensado como personaje de ataque que complemente a los otros dos. Más allá de los típicos espadazos (que aquí se dan con una “llave espada” que es central en el argumento de la saga) tendremos alguna que otra magia e iremos ganando habilidades especiales. Es de lo más divertido del juego, salvo por el pequeño detalle de una cámara que a veces se vuelve loca y pretende matarnos de un ataque epiléptico. A esto hay que sumarle la enorme variedad de enemigos (con un tipo básico, el sincorazón, que es todo carisma) y los espectaculares enfrentamientos finales; que logran que nunca nos aburramos y pidamos más.
Probablemente el apartado más loco es el uso de la nave gummi para ir de un mundo a otro. La nave en sí está compuesta de bloques que podemos recolectar, pintar y usarlos para construir como queramos. Al principio las opciones de personalización son pocas, pero a medida que avanzamos en la trama encontramos planos de distintas naves y la posibilidad de acoplar armas, motores y otros añadidos. Montada la nave, tendremos que afrontar entre cada mundo un minijuego de matamarcianos en 3d, que empieza divirtiendo (poco) y termina cansando (mucho) por lo tedioso que se hará en ocasiones. Eso sí, los amantes de los desafíos pueden intentar fabricarse la mejor nave y conseguir la mayor puntuación.
Si nos quedásemos con esto hablaríamos de un buen action-RPG, muy entretenido y con una variedad (y uso) fantástica de escenarios. Lo realmente importante de Kingdom Hearts no es eso, sino un argumento que cautiva y sabe mezclar muy bien a los personajes de Disney, a los protagonistas (que son puro Squaresoft) y a un elenco sacado de los Final Fantasy que no pinta nada y es la única concesión cobarde, destinada a atraer al fan de la saga. La historia de Sora, a pesar de tratarse de un niño, apela a lo más hondo, y aunque a veces peca de simpleza o de los deus ex machina tan típicos en muchos juegos de la compañía, sabe reflexionar sobre lo que significa el amor y la amistad (sin caer en lo cursi); llegando al punto de emocionar al jugador con su final. Final con cliffhanger que deja muy claro el que iba a ser el destino de la saga: continuaciones por doquier que han ido liando más y más el argumento de manera innecesaria y agotadora.
Pero centrémonos en este primer juego de la saga. Es, desde su concepción, un triple A en todo. Gráficamente bueno para la época, con un fantástico diseño de escenarios, argumento trabajado y una banda sonora ya icónica; apoyado por la aparición de personajes que son buque insignia para Square (Cloud y Sephiroth de FFVII, Squall de FFVIII…) y el imaginario colectivo en el que Disney se ha instalado. Y a pesar de ello, es un juego a veces ingenuo, lleno de momentos bonitos y con un protagonista infantil que transmite ideas más maduras que en otros juegos más “adultos”. Un juego capaz de hacer que un jugador “hardcore” disfrute llevando al pato Donald como escudero. Una apuesta valiente y honesta cuando lo fácil hubiera sido seguir haciendo los mismos JRPG’s, que acaba convirtiéndose en un título muy especial que queda en la memoria del jugador sin importar su edad.