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Semana Fallout: Duck & Cover

A estas alturas todos conocemos el universo Fallout, qué demonios, puede que en estos precisos instantes se hayan tomado un pequeño descanso de sus travesías por el yermo de Fallout 4, así que poco les puedo contar. Como decía, conocemos su universo, esa mezcla de retro-futuro anclado en la mitología que del mismo se realizaba en la década de los 50 en EEUU en la que cabe todo. Desde bebidas energéticas con extra de radiación hasta vampiros. Una bofetada de distopía pulp sustentada por tubos de vacío. Fallout recoge el imaginario colectivo de La Era Atómica para convertirlo en el Día Después, ese día con el que miles de norteamericanos se prepararon durante más de una década ante la amenaza de una inminente guerra nuclear.

El universo de Fallout se distancia de la línea de tiempo real a partir de 1969, momento en el cual Estados Unidos pasa de 50 estados a 13 para defenderse de manera más eficiente contra el comunismo. En la línea de tiempo real no fue un año baladí. Hablamos del año en el que Nixon es elegido presidente, se lanzan el Apolo 9 y el Apolo 11, y se detonan nada menos que seis bombas atómicas (Spider 1, Spider 2, Seaweed-1, Seaweed-2, Seaweed-3 y Pipkin) en diferentes zonas de su territorio, como parte del calendario de pruebas del servicio atómico de defensa estadounidense. No parece por tanto una fecha al azar, sino que otorga la consistencia necesaria para crear un universo con una mentalidad forjada desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.

Los “felices años 50” estadounidenses vinieron marcados por el desarrollo de la bomba atómica y el nacimiento de la Guerra Fría, lo cual desembocó en una campaña propagandística por parte de los sectores más conservadores que a día de hoy nos puede parecer naif, pero créanme cuando les digo que no se diferencia demasiado, en propósito y maneras, de lo que podemos encontrarnos en cualquier parte del mundo en nuestros días. Antes de continuar vamos a permitirnos un momento de relax escuchando algo de música para ambientar.

Jesus Hits Like The Atom Bomb – Lowell Blanchard

Everybody’s worried ‘bout the atomic bomb
But nobody’s worried about the day my Lord will come
When he hits (great God almighty) like an atom bomb
When he comes, when he comes

In nineteen hundred and forty-five
The atom bomb, it came alive.
In nineteen hundred and forty-nine
The USA got very wide
We found out a country across the line
Had an atom bomb of the very same kind
People got worried all over the land
Just like folks got in Japan

En 1949 los soviéticos detonaron su primer dispositivo nuclear, lo cual dejó a las dos superpotencias mundiales en una situación de «igual a igual» con el consiguiente peligro de la destrucción total sembrando una semilla en las mentes del pueblo americano. En 1950 da comienzo la Guerra de Corea, lo que convierte la «amenaza roja» en real, aunque sea en la otra parte del mundo. Los ciudadanos estadounidenses, aún con la Segunda Guerra Mundial presente, empiezan a dar como muy probable la posibilidad de un ataque nuclear dentro de sus fronteras. El gobierno, ante la el problema que supondría una ciudadanía en contra de las políticas militares del estado, comienza una agresiva campaña para introducir la normalidad ante la amenaza nuclear.

Duck and Cover es un corto de poco más de nueve minutos de duración que fue visto por generaciones enteras de niños estadounidenses desde su estreno en 1950 hasta casi la década de los 90 (sic). En él, una animada tortuga nos enseña que lo mejor para salvarnos de una explosión nuclear es tirarnos al suelo y cubrirnos.

Por supuesto la tortuga no era suficiente, y había que introducir elementos que justificasen a la ciudadanía el gasto millonario en armamentos y defensa. Ahí entra en juego Coronet Instructional Film, líder indiscutible de la «orientación social» en las escuelas públicas a través de sus cortos, los cuales abarcaban explicaciones sobre…

… el Comunismo…

 

La escalada nuclear continuaba con la creación y detonación de la primera bomba de hidrógeno en Eniwetok. Estados Unidos volvía a ponerse a la cabeza del poder de destrucción y la imaginería se disparaba. Era solo cuestión de tiempo que alguien comenzara a hacer negocio con ello a pie de calle. Si piensan que el universo de Fallout exagera con el tema de los refugios atómicos, echen un vistazo a este anuncio de 1960.

Las consecuencias de semejante sobreexposición al término «nuclear» acabó por convertirlo en lo que hoy consideraríamos una broma, aunque una vez más no demasiado alejada de nuestra situación actual. ¿Saben esas entradas de Facebook que te indican que das a «me gusta» o morirá un niño inválido en Nepal? Pues así se las gastaba Lyndon B. Johnson en su campaña para las elecciones de 1964, que por cierto ganó.

Poca broma con Johnson, y es que si bien pudiera parecer que Fallout exagera los términos del miedo y la propaganda nuclear para llevarlos al ridículo, lo cierto es que se limita a recoger elementos de su máxima exaltación y trasladarlos a su universo con poco más que un retoque.

Por supuesto la otra pata de la silla, es decir, el miedo a la amenaza comunista como forma de gobierno, también forma parte del universo Fallout, y nuevamente lejos de ser una exageración, parece que vuelve a limitarse a explotar su lado más radical. Adelante una galería.

La saga Fallout es un universo prácticamente inabarcable lleno de cientos referencias, las cuales van desde Mad Max a pequeños guiños a Weezer. Lo interesante es que lejos de quedarse únicamente en la parodia, que también la tiene, ha sabido conformar terreno a base de lo más exagerado del miedo nuclear-comunista de los 50 y principios de los 60, al que ha añadido diferentes elementos pop de las décadas posteriores sin por ello perder un ápice de su esencia ambiental. Esto es gracias a que no es todo tan exagerado como parece. Funciona porque si eliminamos los elementos sobrenaturales de la ecuación nos queda un espectro ideológico que perfectamente podía haber sido el reinante de no haber existido Vietnam, Watergate y la convulsión social de los 60 y 70. Funciona porque funcionó en su momento, un momento en el que todo el mundo se sentía desconcertado ante una amenaza invisible que podía acabar con todo en un pequeño instante. Exactamente igual que un paseo por el yermo.