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Análisis: Forge Quest

Análisis: Forge Quest 1

Tras recaudar con éxito en 2012 lo necesario para su desarrollo en la conocida por todos plataforma de crowdfunding Kickstarter, Chase Grozdina lanza Forge Quest, un juego de exploración de mazmorras voxelizado que recuerda y se nutre del mítico The Legend of Zelda pero a su manera. Si te gusta el género, ten por seguro que la apuesta de Open Realms LLC también te gustará. La propia descripción de Grozdina nos sirve como introducción a este análisis: “Explora una tierra llena de pollos en esta aventura sincera para convertirte en héroe”.

Forge Quest se sitúa en la tierra de Schmoop y nos cuenta cómo durante siglos han sufrido los constantes azotes de villanos; tiranía y esclavitud que ha arrasado reinos y reducido aldeas a cenizas. No obstante, siempre aparecía un héroe que ponía fin a su maldad y acababa con ellos… temporalmente. Porque el ciclo se repetía una y otra vez, una y otra vez. Hasta tal punto en que la economía del continente se vuelve totalmente dependiente de esta situación: herreros que fabrican armas para los héroes, artesanos que fabrican muros para reconstruir los reinos, etcétera. Sin embargo, la oferta de héroes crece hasta tal punto en que la economía se quiebra por completo: los creadores de pociones ya no tienen pociones que crear, los torturadores ya no tienen a quien torturar, los historiadores ya no tienen nada que historiar… Hasta que para poner fin a esta errática situación se decide regular la profesión de aventurero y se crea la Hero’s Education and Regulation Ordinance (H.E.R.O., Ordenanza de Regulación y Educación de Héroes). Gracias a ella, el equilibrio entre héroes y villanos se mantiene y el trabajo vuelve a florecer. Han sobrevivido a la gran depresión y han entrado en una nueva era, la Era de la Burocracia (también conocida como la Era de la Grapadora). Y aquí es donde entra en escena nuestro joven protagonista quien, cómo no, sueña con algún día convertirse en… un gran héroe.

Las mecánicas son las clásicas de estos juegos: con el botón izquierdo del ratón controlamos el arma principal y con el botón derecho el arma secundaria. Tenemos maná, vida y, según la profesión que escojamos de entre las nueve a elegir, una tercera barra (ira en el caso del guerrero). Con las teclas del 0 al 9, además, podemos colocar accesos directos para utilizar habilidades especiales que desbloquearemos empleando puntos en los árboles de habilidades al ganar niveles o para colocar objetos de recuperación de vida, magia, etcétera. Con el dinero que sueltan los enemigos al morir podremos comprar nuevo equipo, nuevas armas, mascotas o incluso nuevos aspectos para nuestro héroe… o simplemente podemos esperar a que los enemigos nos suelten mejor botín que, según la rareza, será más o menos efectivo en el campo de batalla.

Mi primera impresión de Forge Quest es que se trataba de otro juego de rol de exploración de mazmorras del montón. Y en parte lo es, porque salvo en su aspecto voxelizado, no plantea nada nuevo que no hayamos visto antes en un juego de este tipo. Pero si eres un amante del género y te dejas seducir por su guión en clave de humor, pasarás un buen puñado de horas explorando mazmorras sin fin con el jugoso objetivo de matar bichos, para subir de nivel, para gastar más puntos en fuerza y comprar armas más demoledoras, para matar bichos más poderosos, para subir de nivel, para gastar más puntos en fuerza y comprar armas más demoledoras, para matar bichos más poderosos… y así hasta el infinito o más allá.

Es exactamente la misma premisa que nos proponen clásicos como el Diablo o el más reciente Torchlight. Y tiene exclusivamente lo que esperarías de un juego de sus características: mazmorras sin fin, enemigos prácticamente infinitos y jefes finales gigantes

Pero no sé por qué siempre acabo dejándome engatusar por la propuesta de estos juegos de seguir avanzando un poco más y al final me encuentro con un dedo casi en cabestrillo de tanto machacar el ratón y un montón de horas gastadas para subir un puñado de niveles.

El apartado gráfico está muy logrado. Como he dicho, unos bonitos gráficos voxelizados, salvo un puñado de animaciones un poco mancas, que cumple muy bien su papel. Por momentos en lugar de jugar al Diablo tienes reminiscencias de estar en el mundo de Minecraft o del discreto 3D Dot Game Heroes de PlayStation 3. Forge Quest se puede jugar tanto con ratón y teclado como con mando, aunque desaconsejo el uso del mando por razones obvias: estos juegos nacieron para poner a prueba nuestros ratones.

Las mazmorras se generan aleatoriamente y cada una de ellas cuenta con un jefe final cada cierto número de pisos. Al final de cada piso tendremos la posibilidad de seguir avanzando o utilizar un transporte para volver directamente al pueblo del protagonista, lugar donde podremos descansar o aprovechar para renovar nuestro equipo, comprar pociones, etcétera. Y la respuesta a la pregunta de por qué el juego se llama Forge Quest la encontraremos en la posibilidad de mejorar nuestro diverso equipo (armas, armaduras, escudos, etcétera) con gemas que o bien nos sueltan los enemigos o bien farmearemos picando piedra de forma directa o a través de un minijuego tipo Candy Crush metido con calzador dentro del propio título para sacarnos de la monotonía de las mazmorras inacabables.

Por último, el juego también cuenta con un modo cooperativo para cuatro jugadores la mar de resultón. En este aspecto se agradece, porque la cantidad de enemigos a veces es un poco excesiva, como si el juego hubiera sido planteado para jugarlo de esta forma en lugar de en solitario. En resumen, Forge Quest es una apuesta que opta por tirar de lo seguro e innovar poco pero que, a mi opinión, solamente logra superar el aprobado porque su aspecto voxelizado y su guión en clave de humor le salvan de la clásica monotonía a la que parece haberse arraigado el género.

Forge Quest se encuentra disponible desde el 22 de mayo de 2015 en formato digital en la plataforma Steam al precio de 14.99€ tanto si tienes Windows, Linux como Mac y viene en completo inglés.