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Análisis: Amphora

Análisis: Amphora 1

¿Qué decir sobre Amphora?

Iniciemos diciendo que es un videojuego con personalidad propia, con una identidad marcadísima, algo que resulta difícil encontrar. Es de esos títulos que te hace plantearte lo impropia que es la descomposición del ocio electrónico en distintos apartados: que si gráficos, que si sonido, que si jugabilidad… En la obra de Moondrop no tiene demasiado sentido.

No porque no puedan separarse esos elementos y ser juzgados, sino porque en este caso, el todo es más que la suma de sus partes.Amphora quiere ser un videojuego de puzzles, un compendio de rompecabezas en los que usamos la física y los escasos elementos de la pantalla para pasar hasta la siguiente pantalla.

Es cierto que es eso, pero también es más, mucho más que un juego de puzzles. Su objetivo es trascender su propio formato, la cadena de pantallas que nos exige llegar a la siguiente, y la jugabilidad con la física no es más que una excusa.

Pero bueno, hablemos de eso primero.El habitante del ánforaEn Amphora encarnamos al habitante del ánfora, aunque en ningún momento tenemos muy claro de qué o quién se trata. Somos un humo que revolotea y que nadie parece ver, que puede afectar al mundo que le rodea, pero con un radio de acción normalmente limitado en forma de circunferencia con el ánfora como centro. Como voluta, aprenderemos a sujetar objetos y moverlos a voluntad, o a trazar «cadenas» con las que sujetar elementos del escenario.Realmente, eso es todo. Nos enfrentamos a un mundo que tiene su propia física y su gravedad, y debemos hacer uso primero de la posibilidad de asir objetos y más adelante de las cadenas (con las que podemos balancear elementos, sujetar unos con otros, tirar de un segundo al que no llegamos…).

Puede parecer poco, pero los puzzles comienzan siendo muy sencillos y acaba siendo todo un reto enfrentarse a Amphora sin correr como nenazas a Youtube para que nos cuenten lo que tenemos que hacer, especialmente en los retos finales.Sin embargo, el principal valor de Amphora no se encuentra en absoluto en los rompecabezas y desafíos que plantea al jugador. Porque el espíritu (o lo que sea) al que encarnamos es tozudo y tiene una «misión»: ayudar a la verdadera protagonista de la historia desde su más tierna infancia, la mujer a la que acompañaremos durante toda la narración.El término «narración» es deliberado: Amphora bien podría ser una poesía (en cierta medida, en el formato de videojuego, ya lo es) o una historia antigua que nos contamos unos a otros, en transmisión oral. Un cuento muy sencillo pero cargado de emotividad que quiere ser realidad, que nos necesita para salir de la leyenda y llegar al hecho.Realmente, un cuentoSí, definitivamente, el videojuego de Moondrop es realmente un cuento. Una pequeña historia cargada de inocencia. Por un lado está su mecánica de físicas, pero también su aspecto es indisociable de lo que nos quiere dar.

Un diseño precioso, de cristal pintado (aunque sus creadores insisten en que se basa en el teatro de sombras chinescas, y es fácil verlo), ayuda a crear ese ambiente onírico que tenían las historias que nos contaban antes de irnos a dormir. Se suma una música evocadora, con trazas orientalistas, que nos quiere meter también en la dinámica de los cuentos de Scherezade en Las Mil y Una Noches.Y por el otro lado, la propia historia.

La trama de Amphora no es una cosa loca plagada de revelaciones, ni la obra cumbre del género. Tampoco lo pretende. Es una narración íntima, con un aire melancólico y tristón, que nos habla de las oportunidades que nos da y nos quita la vida. Por suerte, para ayudar a atemperar la tristeza está el habitante del ánfora, echando una mano y torciendo los hilos del destino para arreglarlo todo un poco. Sin ánimo de hacer spoilers, es evidente que no todo será triste siempre.Aunque se presenta con ingenuidad y sencillez, es difícil encontrarle fallos a Amphora. Funciona muy bien como narración porque los puzzles son realmente significativos. En ningún momento se trata de hacer algo que no tenga relación, incidental, sino que cada escenario al que nos enfrentamos tiene un sentido final, un «algo» que le ayuda a engarzarse con el resto de la historia, a avanzar en la trama.Si acaso, un reproche.

El motor no está del todo bien optimizado (aunque también es cierto que el ordenador de servidor tiene las letras en escritura cuneiforme y requiere algo de actualización), por lo que a veces los puzzles se vuelve casi-irresolubles. En mi caso he tenido que bajar varias veces las opciones gráficas al mínimo: por ejemplo, para llenar una palangana de agua estaba haciendo todo bien, pero al ralentizarse la pantalla no bajaba con la suficiente fuerza como para dar el rompecabezas como resuelto.

Teniendo esto claro, poco más hay que reprochar (e igual a usted, lector apolíneo de computadora avanzada, esto no le ocurre). Hay que ser conscientes de la curva ascendente de exigencia, de cómo las pantallas se van complicando y requieren más y más imaginación y son algo pijoteras, pero ahí está la gracia.Concluyendo: Amphora dura unas cuatro horas, o incluso más si los puzzles pueden con tu cabeza. Es una experiencia bonita, con una jugabilidad muy propia y un acabado artístico sobresaliente. Funciona bien como videojuego, pero como de verdad funciona es como cuento. Un cuento precioso.